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POR FIN RECONOCE QUE BOLUARTE ES LA PRESIDENTA CONSTITUCIONAL: Las caretas de Keiko y su oportunismo en la política

Escribe: Juan Vejarano Vergara (*)
Edición N° 1302

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El conflicto surgido por la presidencia de la Alianza del Pacífico, que involucra al presidente de México y la mandataria de Perú, fue motivo para que la lideresa de Fuerza Popular, Keiko Fujimori, marque posición y exprese su apoyo a Dina Boluarte. Para sorpresa de todos, la fujimorista reconoció que la dignataria llegó al gobierno de forma constitucional, cuando hasta antes del 07 de diciembre de 2022 consideraba que ella y Pedro Castillo habían llegado al poder mediante un fraude electoral. Una postura oportunista y bastante conveniente. La narrativa que promovió la excandidata presidencial sobre el supuesto fraude, provocó un daño enorme a la institucionalidad y gobernabilidad del país.

En su fuero interno, Keiko Fujimori sabía que las elecciones generales del 2021 fueron legales, que no hubo fraude; pero para que no se haga un escarnio público de su tercera derrota consecutiva y ella no se vea tan humillada, emprendió una narrativa del fraude y señaló que la victoria de su opositor, Pedro Castillo, se había consumado de manera irregular en las urnas y no a través del acto democrático del voto. Hubo gente que le creyó y se sumó a esa falsa narrativa, que fue aprovechada por políticos que estaban en la congeladora para tomar nuevos aires e incorporarse activamente a la política. Lourdes Flores, Jorge del Castillo, Gonzales Posada, Juan Sheput, Mauricio Mulder, entre otros, secundaron la idea de la candidata derrotada en su propósito de demostrar que Castillo había ganado las elecciones con artimañas, con maniobras vedadas, en complicidad con las autoridades electorales. Se unieron a la causa fujimorista perro, pericote y gato, presentándose como los grandes defensores de la democracia, quienes acudirían a instancias internacionales para demostrar que Castillo había ganado con trafa. Y así fue. Un grupo de políticos encabezado por el congresista conservador Jorge Montoya, visitaron la sede de la OEA en Estados Unidos; pero muy a su pesar no fueron recibidos por el secretario general y solo se limitaron a dejar su carta de reclamo en mesa de partes. Hicieron el ridículo a nivel internacional.

Narrativa del odio

Después de tanto barullo, de marchas racistas y de declaraciones altisonantes, con olor a venganza, el propósito de la Fujimori se fue desvaneciendo porque no lograba demostrar -con pruebas irrefutables- el presunto fraude cometido a favor del maestro rural. Pero su narrativa fue trasladada al Congreso, donde los partidos de la derecha conservadora: Renovación Popular (RP), Avanza País y Fuerza Popular, hicieron suyo el asunto. Tan es así que se formó una comisión investigadora liderada por Montoya, quien después de seis meses no logró demostrar nada; pero se gastaron 216 mil 347 soles para dichas pesquisas. Se despilfarraron recursos de todos los peruanos en tratar de demostrar la teoría del engaño. Hasta ese momento, Keiko ya había cumplido su misión de clavar el aguijón del resentimiento y el odio. Mientras que en el Congreso seguían haciendo el mamarracho basados en una hipótesis que no lograban demostrar. La lideresa del fujimorismo desapareció del mapa, se encerró en sus cuarteles de invierno para hacer una catarcis y evaluar fríamente las razones de tan dolorosa derrota, cuando la victoria lo tuvo entre manos. Su discurso marcado por la inquina y el despecho ganó espacio en un sector de la población, sobre todo en el lado empresarial, que también creía en la narrativa de la fujimorista; pero que no tenía sustento que lo ampare. Para Fujimori y sus fanáticos, Pedro Castillo era un presidente ilegítimo, al igual que su entonces vicepresidenta Dina Boluarte; jamás los reconoció como tales.

¿Calculador respaldo?

Sin embargo, a casi dos años de su fracaso electoral la lideresa de Fuerza Popular reapareció en escena, a través de su cuenta de Twitter marcó posición respecto al pleito por la presidencia de la Alianza del Pacífico -organismo de integración económica y comercial-, que involucra al mandatario de México, Manuel López Obrador, quien se niega a entregarle el cargo a Dina Boluarte, a quien no la reconoce como mandataria de Perú. Fujimori desenvainó el sable para expresar su tácito apoyo a la presidenta: “Si tengo que decidir entre apoyar a López Obrador y Petro (Gustavo) -el presidente de Colombia- o a Dina Boluarte, respaldo decididamente a quien ha llegado a la Presidencia en forma legal y constitucional”. Esperó todo este tiempo para aceptar lo que la OEA y observadores internacionales habían señalado sobre los comicios del 2021, que no había existido fraude. Nadie pone en tela de juicio que Boluarte llegó al cargo de manera legal, por sucesión constitucional, tras el fallido golpe de Estado de Castillo, eso no está en discusión. Lo que se cuestiona es el oportunismo de Keiko, porque con su narrativa de poner en duda el resultado electoral, apelando al frágil argumento del fraude, causó bastante daño a la institucionalidad y la gobernabilidad del país. El objetivo inmediato era ver a Castillo fuera de Palacio, ya que Boluarte estaba con la soga al cuello por el caso del club Apurímac, el Congreso ya tenía el camino listo para su destitución; pero sospechosamente fue mandada al archivo.

¿Una cuarta oportunidad?

En las elecciones de 2016, cuando perdió por segunda vez ante Pedro Pablo Kuzcynski (tenía la victoria prácticamente cantada), Keiko Fujimori asumió una posición revanchista, llena de rencor, y no reconoció el triunfo de PPK, ni lo felicitó como se estila en los regímenes democráticos. Por el contrario, sacó ventaja de sus 73 congresistas para hacerle la vida imposible y tener una actitud obstruccionista a cualquier iniciativa del Poder Ejecutivo. Ese fue su estilo de hacer política. Pero no le duraría mucho, porque el expresidente Martín Vizcarra -quien asumió funciones tras la renuncia de Kuzcynski-, disolvió ese Parlamento dominado por el fujimorismo. Tras esta debacle electoral, Keiko dijo a los medios de prensa que no postularía en los comicios del 2021; pero todo fue una estrategia para desviar al enemigo. Ahora, tras su tercera derrota, ha dicho que ya no piensa postular; pero nadie le cree, porque en sus fueros internos quiere sacarse este clavo que lo martiriza. En política nada está dicho en Perú, si consideramos el antecedente Alan García.

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(*) Licenciado en Ciencias de la Comunicación y Primer Vicedecano del Colegio de Periodistas de La Libertad.

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