Actualmente se sabe muy poco de lo que contiene la casa hacienda de Batán Grande. Lo único que se encuentra en libros y páginas web son escritos relacionados a la construcción, estructura y quienes fueron los dueños de tan amplia edificación. Por esta razón, con el ánimo de indagar un poco más sobre ella, Expresión llegó a la tierra sicán, donde, por cierto, la mayoría de pobladores asegura no conocer los interiores de la casona.
Al llegar contactamos a Edgardo Ancajima Salvatierra, promotor cultural y guía turístico de Batán Grande, con quien se había acordado un recorrido por la casa hacienda.
Antes de iniciar preguntamos por una banco largo de madera, ubicado en la parte exterior y que no pertenece a la estructura, pero con la particularidad de parecer tan antiguo como la construcción.
El guía señala que dicho asiento era conocido como el palo del consuelo, que fue mandado a elaborar posiblemente en la época del hacendado Juan Aurich Pastor, dueño de la monumental casona.
“Es un símbolo del despotismo que reflejaba la sociedad de aquella época, en este banco solo se podían sentar los hacendados, pues aquel común que osaba sentarse era mandado directamente a La Barra (cuarto de castigos), debido a que este acto significaba igualarse a los patrones, una ofensa total para la época. Después de la Reforma Agraria que se dio en 1969 todo mundo tomó control de todo y hasta el día de hoy cualquier persona puede sentarse en este banco”, explica Ancajima Salvatierra.
LA HISTORIA
A inicios de la república quienes estaban a cargo de las tierras de Batán Grande, por más de un siglo, eran los integrantes de la familia Delgado y Cotera. Fueron ellos quienes mandaron a construir la primera etapa de la casa hacienda entre los años de 1863 y 1865.
Para el diseño y la construcción se contrató a Robert Bert, un ingeniero norteamericano de gran reconocimiento en la época y especialista en construcción de casonas empleando un agregado llamado cemento romano, introducido al Perú en 1860.
Debido a que la familia Delgado quedó en la quiebra por la guerra con Chile, otro dueño ingresó y adquirió la hacienda de Batán Grande que fue subastada. Esteban Montero Elguera (1885 - 1899), compró la propiedad a un valor de 20 mil 198 libras con 15 chelines y seis peniques, según la escritura pública otorgada en Lima por el notario Iparraguirre.
EL INGRESO
El frontis está decorado por una formidable arquería, todas las ventanas están enrejadas (26 en general), decoradas con ornamentos de plomo fundido. Además, tiene un amplio corredor que ha sido ornamentado hermosos azulejos de manera artesanal.
La puerta principal tiene dos pequeñas ventanas con protectores de hierro donde se aprecian la iniciales del patrón. “Juan Aurich Pastor”, se lee en referencia a quien ocupó la hacienda entre 1912 y 1935. El guía cuenta que las tres principales puertas fueron cambiadas cuando ingresó el nuevo hacendado, para de esta manera perennizar su nombre como señal de autoridad.
EL PATIO
Cruzando la puerta principal se observa un piso liso de madera que por el paso de los años ha perdido color, pero que aún conserva su valía. El pasadizo dirige hacia un patio amplio interior.
En este se aprecia un piso no de madera, sino de cemento dividido en cuadritos pequeños. En dicho espacio antes había cuatro palmeras contenidas en pequeñas jardineras circulares hechas de ladrillos. En la actualidad hay dos palmeras, pero no pertenecen a las originales. Antes, era una moda tener estas plantas ornamentales en las casonas.
Se dice que en el patio había una hermosa pileta, pero hoy solo se puede apreciar un parchado de cemento al ras del suelo.
Refiere Ancajima Salvatierra que es probable que la pileta haya sido robada en los años de la convulsión política y los caudillismos de las primeras décadas del siglo pasado, cuando se formaron las montoneras, que para hacerse de recursos económicos amedrentaban y secuestraban a los hacendados. No se sabe con exactitud cuál de los tantos rebeldes ingresó en la casa hacienda y se llevó la parte superior de la pileta o quién la destruyó y tampoco en qué fecha exacta pasó eso.
Lo que sí se sabe es que en los tiempos de Juan Aurich Pastor llegó hasta Batán Grande el montonero Casimiro Chumán Velásquez, sacerdote que fue alcalde de Ferreñafe, quien lo secuestró y condujo a caballo hasta Motupe y luego a Chóchope.
Se dice que el hacendado tuvo que pagar un cupo de veinte mil libras peruanas (una libra equivale hoy a 10 soles) a favor de la montonera. Posteriormente este suceso fue cantado en diversos tristes y cumananas como parte de la tradición popular, hasta que una de esas versiones fue grabada con ritmo de tondero con el nombre de 300 libras de Oro, llevado al disco por el ferreñafano José Mena Tello. Hoy es una conocida marinera.
Rodeando el patio están los pasillos cuyo estilo republicano se refleja en el piso y el techado, contrario a las columnas, levantadas recientemente sin respetar los patrones arquitectónicos originales y además pintadas con esmalte, material que nunca fue utilizado en la casona.
LOS AMBIENTES
El recinto está divido en sectores y uno de ellos es donde se encuentra la puerta de la campana, lugar que estaba autorizado para el ingreso del pueblo en las horas de trabajo, la misa y el pago. La campana tenía doble función: dictar los horarios de entrada y salida de los trabajadores y llamar a misa los domingos.
En otro ambiente está el sector de servicio, divido por una puerta que ya no existe. También es posible apreciar la carpintería de dos niveles, área a la que no se puede ingresar debido al peligro de colapso que presenta.
Otros ambientes de la vieja casona son la cocina, los almacenes y la lavandería. El guía antes de ingresar hace un alto y dice exhalando: “Este es el lugar más temido por toda la población”. Se refiere a La Barra, el cuarto de los castigos.
Se cuenta que un día después de la fiesta del pueblo se presentó un suceso que nunca se había vivido en la hacienda: le robaron al patrón, y fueron muchos lingotes de oro.
Se relata que el hacendado tenía un grupo humano dedicado a la excavación de huacas en varios lugares perteneciente a sus tierras y este recolectaba el oro y plata que encontraban. No importaban los diseños que las piezas tuvieran, porque al fin y al cabo luego iban a ser fundidas y convertidas en lingotes en las instalaciones internas que tenía la hacienda. Posteriormente ese oro y plata pasaban a ser guardados a un cuarto que siempre estaba vigilado.
Cuando todos estaban entretenidos en la fiesta, alguien aprovechó el momento de la noche para hacer un forado en la parte del techo y entrar para llevarse gran cantidad de lingotes. Los que cuidaban se percataron del robo al amanecer y le avisaron de inmediato al patrón.
Se dice que Juan Aurich mandó a cerrar todas las trancas de los caminos a la redonda, seguidamente suspendió las labores de trabajo del pueblo e hizo llamar a todos y los reunió en el patio con el único propósito de que uno por uno se subiese hasta el techo y pueda probar que no entraba por el agujero que había hecho el ladrón. “Si entrabas por el hueco eras el culpable y te esperaba lo peor”, señala Ancajima Salvatierra.
Ninguno de los trabajadores podía entrar por el forado, hasta que tocó el turno de un joven que - según cuentan - había llegado hace poco tiempo para trabajar en la hacienda. Era un muchacho de contextura delgada, por lo cual ni bien los encargados le hicieron la prueba entró con facilidad. Lo que le vino después fueron los azotes y torturas por parte de los encargados de La Barra para que confiese dónde estaba el oro, pese a que este insistía no saber.
Después de días de escarmiento el muchacho habló y dijo que sí sabía dónde estaba el oro y que los iba a conducir. Los huaqueros prepararon sus herramientas y fueron hasta donde él les había indicado. Cuando los huaqueros estaban escarbando a profundidad, el muchacho empezó a reírse como loco y les decía: “No, ahí no está, está en otro lado”. La misma escena se repitió por muchas semanas, hasta que murió botando sangre por la boca debido a los fuertes golpes que le propinaban.
HERRARÍA Y CATACUMBAS
Además del cuarto de castigos está el de herraría, con piso de ladrillos y que sigue manteniendo su originalidad en comparación con el cuarto de La Barra, cuyo piso fue revestido de cemento durante la época de la cooperativa.
En el actual espacio deteriorado, antiguamente existía una máquina que provocaba un gran calor de más de mil grados capaz de fundir el metal, que luego era forjarlo. Ahí se fabricaban fierros, clavos y además se hacían los marcadores para el ganado, la simbología que se usaba era la letra inicial del apellido del hacendado (D de Delgado o la A de Aurich).
Para los esclavos negros también se usaba el marcador, se les ponía en la mejilla izquierda para ser reconocidos. Se sabe que debido a la explotación estos huían de la hacienda y cuando eran capturados los “dueños” exigían su regreso al reconocerlos por las marcas.
Lamentablemente en el mismo lugar de fundición durante la época cooperativista, después de la Reforma Agraria, se construyó una pared para dividir en dos el ambiente. En una de esas divisiones se encuentra el acceso a las catacumbas de la casa, donde reposan las osamentas de personas que aún no han sido investigadas. Esta es una poderosa razón para que se desarrolle un proyecto de investigación y recuperación histórica del inmueble.
“En total hay siete lápidas, dos de estas son de mármol y pertenecen a los padres de don Juan Aurich Pastor, a Juan Aurich Cornela y a señora Tomasa Aurich. Además, existen otros restos de tres niños, uno que posiblemente murió a los ocho meses porque tenía una malformación craneana y tenía el nombre de Esteban Montero (descendiente de los Monteros), otro cadáver tienen el cráneo como si le hubiesen practicado la técnica de trepanación y, por último, un esqueleto completo en cuyo cajón hay una urna de lata” explica el promotor turístico.
En el huerto de aproximadamente una hectárea de amplitud se sembraban frutas como manzanas, uvas, guanábanas, tamarindos, almendras, magos y más, solamente con la finalidad de satisfacer las necesidades de los patrones.
EL SEGUNDO NIVEL
En el segundo nivel estaban las habitaciones, a las que se accedía por una escalera con hermosos diseños de madera en buen estado. Cuenta el guía que antiguamente el baño familiar estaba hecho de mármol, pero actualmente está destruido.
La habitación principal de la casa hacienda es amplia, con tres ventanas para ver al norte, este y oeste. Cerca está el escondite secreto constituido por una cavidad en el espesor de la pared, donde el hacendado y su familia se podían ocultar sin incomodad para respirar cuando querían ocultarse de las montoneras u otros grupos rebeldes.
Lamentablemente los trabajos de mantenimiento de la casa no han respetado los parámetros arquitectónicos originales, dañando severamente el contexto histórico de la construcción y alterando su naturaleza.
Por ejemplo, se pintó el interior de la hacienda de color verde cubriendo el rojizo que tenía originalmente; los baños y griferías son modernos; las veredas construidas de piedra y cemento han sido reemplazadas por jardines, los pozos de agua han sido tapados con tierra y el tanque elevado inicial remplazo por uno moderno. “Las inadecuadas técnicas de conservación, han quitado la originalidad consiguiendo distorsionar la imagen de la casona” acota Ancajima Salvarierra.
(*) Estudiante de Ciencias de la Comunicación – USS.
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respuesta de Fernando Morales el 2022-06-27.
busco el libro que se llama "hacienda batan grande" conocà al manco Aurich y estoy escribiendo un libro relatando mis años en lima.
respuesta de Arturo Rioja F. el 2020-12-23.
Seria interesante mencionar que existia un equipo de Futbol llamado "Juan Aurich" y que jugo en primera division en Lima, un equipo con excelentes jugadores, ademas de lo dramatico de la Hacienda Batan Grande ..... era una hacienda azucarera? ....Saludos.
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