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Comuneros, neblina y ritos (Un relato de San Miguel de Cajamarca)

Escribe: Pedro Alva Mariñas (*)
Edición N° 1371

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La neblina es uno de los elementos naturales que impresionan a las personas y, especialmente a los niños, porque tienen algunas formas de manifestarse: provoca frío a la gente, puede causar daño a las plantas, humedecen el entorno y favorecen el extravío del ganado y, también, puede facilitar la acción de personajes malévolos. Todo ello ha generado una relación tensa entre los hombres del ande y las blancas neblinas.

También existe una relación más positiva y recuerdo que en un viaje a Cajamarca José Carlos y Katherine Consuelo, mis hijos, al entrar en una zona de neblina pegaron su carita a la luna de la movilidad. Pasamos la zona de neblina y, desilusionados, preguntaron ¿Y dónde está Diosito papá?

La neblina es uno de los fenómenos naturales más temidos de los niños dedicados al pastoreo de ganado menor ya que los puede sorprender y no darles tiempo ni la visibilidad necesaria para llevar el ganado que se encuentra pastando a un lugar seguro, a su lugar acostumbrado de descanso.  Se imaginarán que “perder” a uno solo de esos animales, una de esas ovejas, es un drama de proporciones que los niños. En algunas poblaciones la neblina permite la aparición de un ser maléfico que no solo se come a las ovejas, sino que suele comerse también a los niños pastores que van en busca de las ovejas perdidas.

Ante una situación así los pueblos pastores, han logrado desarrollar una especie de defensa, de prevención de situaciones temidas e indeseadas, y no es otra cosa que acudir a rituales que vienen del fondo de los tiempos y que … funcionan.

Hace un par de años tuve la oportunidad de visitar la histórica Comunidad Campesina Suyto Orco, distrito de Calquis, Prov. San Miguel de Pallaques – Cajamarca, Se trataba de sustentar los derechos territoriales de dicha comunidad y absolver las interrogantes que tenían los comuneros y autoridades sobre este asunto. Por la noche sostuvimos una interesante conversación sobre las costumbres de esta comunidad campesina y apareció el término Suyto Orco que era el nombre del cerro protector y que le daba nombre a la comunidad. Nos pusimos de acuerdo para visitar este lugar y tomar vistas de este cerro y los linderos comunales.

Ya al día siguiente y luego de un desayuno generoso con leche, cuajadas y papas iniciamos una caminata de 2 horas hasta llegar a la parte más alta del cerro. Estando en este lugar y, cuando nos disponíamos a tomar las primeras imágenes, se apareció, súbitamente, un manto de neblina que cubrió gran parte del paisaje y que incluso empezó a envolvernos a nosotros. A la espera que esto pase nos sentamos a dar cuenta del almuerzo servido sobre una manta lugareña.

Fue en esas circunstancias que dos comuneros se alejaron unos pasos para poner en práctica un ritual propio del lugar y destinado a alejar, a ahuyentar la neblina que no nos permitía ver el paisaje y que nos estaba envolviendo. Vimos entonces que uno de los comuneros se arrancó, con gran dificultad una pestaña, mientras el otro seleccionaba un cabello de su cabeza y se lo arrancaba con delicadeza. Luego ambos se acercaron para amarrar el cabello con la pestaña, logrando hacerlo luego de algunos intentos. Uno de ellos cogió el minúsculo atado, entre el pulgar y el índice, se los llevó a la altura de sus bocas, se orientaron hacia la parte más densa de la neblina y soplaron al unísono con todas sus fuerzas y simultáneamente soltaron el amarre par que alejarlo lo más lejos posible.  Algo apenas inaudible gesticularon al terminar su ritual y se reincorporaron al grupo diciendo “Esperemos un rato y podremos ver los cerros del frente”.

Se dio por terminado el almuerzo, ensayé un breve pago al Suyto Rumi pidiendo que nos permita regresa sin inconvenientes. Levantamos la improvisada “mesa” y a los instantes nos dimos cuenta de que la masa de neblina se movía impulsada por ráfagas de viento que lo llevaban de sur a norte y en otros lugares se disiparon rápidamente. Pasaron unos minutos y se filtraron los rayos solares propios de una media tarde de serranía. Aprovechamos entonces para tomar fotografías de esos lugares que la neblina nos había negado temporalmente y que, sin ese ritual, posiblemente no lo hubiéramos logrado.

 Ya en el regreso y respondiendo a mis preguntas me explicaron, con detalles, el ritual que habían hecho y que de niños lo hicieron con relativa frecuencia pero de ello “hace años que ya no lo hacemos porque no se acostumbra” – y añadió rápidamente --- “pero que funciona, funciona”. Me alegré de que la conversación sostenida en la noche, y al calor, del fuego del fogón, haya motivado a algunos comuneros a practicar un ritual tan interesante, a lo que tengo que agregar …. que funcionaba y funcionó.

 

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*Instituto de Desarrollo Regional – INDER

 

 

 

 

 respuesta de JUAN el 2021-01-21.

HOLA, DE QUE FECHA ES ESTE ARTICULO? Y DONDE PUEDO VISUALIZAR LAS FECHAS DE LOS ARTICULOS ?

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