A un año de celebrar el Bicentenario de la proclamación de la independencia, la situación de nuestro país no es para festejar ni mucho menos. Como si la pandemia y sus repercusiones no fueran suficiente, ahora vemos, por primera vez en nuestra historia, la negación del voto de investidura a un gabinete, al presidido por Pedro Cateriano, que no llegó a cumplir ni un mes en funciones. ¿Asistimos a una nueva pugna Ejecutivo-Legislativo? De ser así, el presidente Vizcarra no podrá recurrir al fantasma de la disolución del Congreso; la Constitución se lo impide. No obstante, el discurso del presidente ha apuntado hacia la existencia de intereses afectados por la reforma universitaria, dependiente (supuestamente) de la continuidad del ministro de Educación.
Evidentemente el discurso y las propuestas ofrecidas por Cateriano en su presentación al Congreso fueron discutibles, más parecidos al mensaje inaugural de un gobierno que a la exposición de un gabinete en medio de una crisis. La designación de ciertos ministros y la falta de perspectiva ante los conflictos sociales aún pendientes, le pasaron factura en la votación. Pero la decisión de ciertas bancadas fue inoportuna, por decirlo menos. Unos han votado por razones ideológicas, otros por razones más mezquinas y evidentes; sin embargo, reducir el voto adverso a Cateriano solo al tema de la reforma universitaria, es limitar demasiado la cuestión.
País informal y formal
Quizá la única bancada con un papel aceptable en el actual Congreso, al margen de las diferencias con sus propuestas, es la del FREPAP, que han apostado por las medidas que proponían. El expresidente del Consejo, en una desafortunada expresión, susceptible de ser entendida como discriminatoria, atacó a dicha bancada. Una reflexión más profunda nos haría comprender que el FREPAP, al igual que las bancadas actualmente sentadas en el Congreso, es una muestra del Perú informal. Y el pulso entre este Perú y el Perú formal, el Perú oficial (el país real y el país legal de los que hablaba Basadre), continuará y será decisivo en las elecciones del próximo año.
Lamentablemente para la gestión del ingeniero Vizcarra, las circunstancias, sus opositores y sus propias actitudes le han impedido desarrollar un gobierno productivo en cuanto a obras públicas. Hoy lo persiguen (y los denominados “trolls” no dejan de recordar) sus dichos sobre la construcción de hospitales. Optó por “pechar” al Congreso bajo la bandera del auspicio de reformas políticas. Disolvió el Congreso, con el aplauso de la mayor parte de la población, haciendo una interpretación polémica de la Constitución. ¿Y ha solucionado algo? Las relaciones con el nuevo Congreso son tan tirantes como con el anterior, agravado por la fragmentación de las diversas bancadas, con diferentes visiones de país, que no se han mostrado receptivas a la visión ofrecida por el fugaz presidente del Consejo Cateriano. Y la crisis del COVID-19, que ha revelado en toda su pavorosa magnitud las falencias de nuestras instituciones, no ha hecho más que agravar la situación.
Mucho para enmendar
Le queda un año de gobierno al presidente Vizcarra y vemos que su régimen no ha sido incapaz de gestionar la crisis de salud, económica y educativa con solvencia. Sin embargo, apostar por una salida del gobierno, a través de una vacancia presidencial, sería combatir al fuego con gasolina, sería generar aún más incertidumbre en una situación ya de por sí dramática. Políticamente solo tenemos caudillos de encuestas, críticos fáciles, votantes indolentes y relaciones conflictivas entre los poderes públicos. Urge consolidar partidos institucionales, con ideología y liderazgos plenos sobre la base de la defensa del Estado de Derecho. Es seguro que el próximo año no tendremos razones para celebrar; tenemos, por otro lado, motivos de sobra para enmendar.
Unas palabras finales. Rara es la persona que no ha sufrido la pérdida de algún familiar, amigo o conocido. Lamentablemente vemos que las llamadas a la responsabilidad de la ciudadanía son en vano. Las noticias no dejan de reportar casos de fiestas y reuniones violando las mínimas reglas de seguridad, y varios de esos casos se han visto en el departamento de Lambayeque. Ni hablemos de la desafortunada actitud de “hinchas” de un conocido equipo nacional. La situación no deja de ser grave y al momento de terminar de redactar este artículo la ratificada ministra de Salud ha afirmado que todo fallecimiento de causa que no sea muerte violenta y sin diagnóstico claro, se considerará causado por el COVID-19. Dios nos agarre confesados.
(*) Abogado y docente universitario.
A pocos días que Vizcarra ordene nuestro espantoso encierro, la osadía del «Aprendo en Casa» apareció en las pantallas ocasionando comentarios de todos los colores. Poco tiempo después, un alucinado ministro, que recordaba una escena con burócratas de dos o tres universidades privadas, daba cuenta que las 840 mil tabletas estaban en proceso de adquisición bajo los mecanismos que salvaguardan el más mínimo sentido ético y algún resquicio moral. Desde un modesto sillón contemplaba la noticia, pero al mismo tiempo imaginaba la ceremonia protocolar a toda la mediocridad alrededor de un objeto electrónico más pequeño que una hoja de papel bond reciclado para fotocopias.
No me cansaba de mirar la «propaganda» a la genial idea de que los escolares de la zona rural tengan una tableta, como si los del V Sector de Urrunaga o los que viven cerca de Simón Bolívar o los que viven en Nuevo Mocce tuvieran todas las condiciones para acceder al programa. Semejante fiasco de trémulas conspiraciones ministeriales para hacernos creer que la preocupación por la conectividad sería un detonante con el mismo poder siniestro de la Covid-19. Pero no sería aguafiestas para quitarle la ilusión tanto a los maestros como a los pequeños escolares que viven desperdigados sin esperanza sobre su propio futuro; sin embargo, es la bandera para cualquier advenedizo para «robar» pantalla con bombos y platillos con alucinados mensajes de solución y por debajo el Excel cambia los precios y condiciones.
La motivación
A todo esto, recurrí a viejas teorías y prevalentes tesoros de la ecuanimidad del maestro cuando trata de encausar el entusiasmo de los escolares que no siempre van a la escuela por aprender o dizque «desarrollar sus competencias». En este contexto, entendí que cuando el docente habla de que la «motivación es permanente» tiene toda la razón; sin embargo, no se calcula el impacto cuando se genera la expectativa sobre «algo en particular». En este caso es un aparato electrónico que a muchos les llamará la atención mientras que a otros les causará intriga por saber cómo funciona; sin embargo, a muchísimos nos les importará que legue o no llegue porque un aparato sensible no cambiará la vida de muchos alumnos, dado que sus motivaciones tienen otra mirada: ausencia de cariño, violencia, sin escuela, sin propina, sin algo, sin todo o sin nada y el maestro sin megas y esmerada automotivación.
A nadie le importará si llegan o no, porque detrás del telón y entre papeles de escritorio mudo se había tejido el otro yo siniestro del burócrata inútil, incompetente, inmoral y mil veces trivial hasta cuando contesta una llamada y no sabe qué personalidad escoger para ser atento y muy técnico al exigir las condiciones de las tabletas. Sin saber esta recua de funcionarios estaba desarrollando sus propias motivaciones a expensas de los escolares que sí las necesitan y urgente. Pasará la maldita Covid-19 y las tabletas no llegarán y si llegan se guardarán hasta que la espuma del champagne de la esquina esté presente en la entrega oficial; mientras tanto, algunos niños estarán viendo su diploma de egresado sin saber nada de ella, ¿y la motivación?
¿Ilusión perdida?
Es más que evidente, es más que entendible y muy obvio, que llegar a ser funcionario dentro de cualquier ministerio es muy sencillo y asequible para salir más gordo con mórbidos deseos de maquillar el buen desempeño. En las redes sociales dejan la bífida y anfíbica lectura del pensamiento marginal para atreverse a crear sensaciones alrededor de una tableta electrónica cuando se sospechaba «el negociazo» que no puede negarse mientras en acto seguido se acusaba que las arcas financieras del ministro tienen notables diferencias, es que también tuvo su «propia motivación» para decirnos que su programa «Aprendo en Casa» vino para quedarse como las tabletas se quedaron con las ganas de llegar a los niños cuyas expectativas una vez más se postergaron, ¿es cierto que la motivación es permanente?
Si alguna vez los mediocres pensaran que las motivaciones de los escolares es una forma de existir cuando aprende, si alguna vez entendieran que ellos nos necesitan, tal vez no se cometa groseros y torpes gestos técnicos premunidos de incompetencia por no saber comprar pequeñas tabletas antes que la Covid-19 les arranque algo de ellos, sus ganas de ir a la escuela. Más seguro es que llega papá Noel desnutrido antes que las tabletas y se regrese con su “jo-jo-jo-jo-jo”.
(*) Educador, ganador de las Palmas Magisteriales 2016.