Café Colón es característico por preparar platos tradicionales de la ciudad toda la semana. Mariana Espinoza Ángeles, propietaria del local, nos habla cómo ha ido creciendo el negocio al pasar el tiempo. Además, detalla la diferencia entre su cafetería con las demás y la importancia de seguir preparando la comida típica chiclayana.
Café Colón anteriormente se encontraba bajo el nombre de ‘La ventana de Anthony’, un negocio pequeño que había iniciado el esposo de Mariana Espinoza. “Mi esposo estuvo un tiempo sin trabajo antes de que lo conociera. Él tenía esta casa, que antes era de adobe, y decidió poner un negocio vendiendo porciones pequeñas como papas rellenas y chainfanita para comer al paso”, explica, agregando que años más tarde dejó el negocio por ejercer la profesión que él había estudiado.
A partir del 2009, después de casarse, Mariana Espinoza decide continuar con el negocio anterior con el nombre ‘Sale caliente’, pero sin cambiar el producto ofrecido. “No parecía un restaurante antes porque atendíamos con una reja cerrada y teníamos clientes de algunos bancos que venían a comer sus papas rellenas, caballa frita y chicharrones. Eran pocos platos, pero ya íbamos teniendo nuestra clientela”, menciona.
Es así, por el aumento de la afluencia, que decide proyectarse a más y logra construir un segundo piso para el local. Refiere que espera seguir ampliándolo a futuro.
Al renovar el local a un estilo más rústico y acogedor, eligió un nuevo nombre. “Como fuimos los primeros en esta cuadra, ya que después han ido creciendo otros locales cerca, teníamos el derecho de ponernos con el nombre de la calle, que es Colón”, indica.
Mariana Espinoza resalta que los platos que vende su restaurante son los tradicionales de la ciudad, platos que son difíciles de encontrar en cualquier establecimiento gastronómico.
“Lo que se vende son platos típicos de lunes a viernes. Los lunes ofrecemos manías, los martes cau cau, los miércoles raya guisada con papas, los jueves chainfanita, los viernes hígado encebollado y domingo el frito, que son platos característicos de Chiclayo y ahora se venden muy poco. Las manías, que son típicas de aquí, las encuentras siempre en el mercado, pero casi nunca en un restaurante y menos gourmet. Acá tenemos muy buenos clientes que vienen exclusivamente a comerla. Adicionalmente tenemos rellenitas, chicharrones y lomo saltado, que son platos complementarios”, comenta.
Inicialmente el equipo de trabajo lo conformaban solamente dos personas: la cocinera Ana Mendoza Córdova y Mariana Espinoza, encargada de atender y de la caja. Con la ampliación a un segundo nivel y la mayor afluencia de clientes, este equipo incrementó a siete personas.
“Antes era solamente el primer piso y teníamos demanda, pero conforme a cómo hemos ido avanzando con el tiempo ya no nos abastecíamos las dos. Entonces, decidí aumentar el personal en las áreas que necesitaba”, expone.
A pesar de haber estudiado por cinco años y medio la carrera de Computación e Informática en la Universidad Pedro Ruiz Gallo, la vena culinaria despertó en ella al momento de decidir si se continuaría el negocio, pasión inculcada por su madre y abuelos etanos.
“Soy bachiller en Computación e Informática y logré ejercer mi profesión una temporada, sin embargo me quedé en el rubro del restaurante. Nunca me podré quejar de la comida porque siempre he comido bien gracias a mi madre. Vi eso de niña y sin pensar, tiempo después, se despertó en mí. De pequeña la imitaba y me enseñaba las cosas que me interesaran, más que todo pescados y mariscos”, recuerda, agregando que aunque empezó empíricamente, tiempo más tarde estudió cursos de pescado y mariscos, y carnes y parrillas.
Mariana Espinoza menciona que la supervisión continua es clave para el éxito, aunque agrega que una de las metas para este año es colocar a gente de confianza en las áreas del restaurante para emprender nuevas gestiones.
“Al ojo del amo, engorda el ganado. Si uno se preocupa por supervisar que todas las cosas estén bien se reflejará en tu servicio, siempre velando la buena atención, la presentación de los platos, que todo esté fresco. La delegación es muy buena, pero siempre y cuando esté la supervisión de uno, porque pueden ocurrir incidentes. Es importante concienciar al personal y que se pongan la camiseta para que el negocio funcione”, señala.
Mariana Espinoza Ángeles resalta que la calidad de atención y la limpieza del lugar son características primordiales del Café Colón.
“Esos son los aspectos en los que hago hincapié, porque en lo personal no me gustaría entrar al baño y encontrarlo sucio. Creo que es lo más incómodo que pueda haber. Siempre nos han felicitado en esos aspectos, al igual que por el sabor de los platos. Ahora hay muchos más lugares y opciones a donde ir, pero la diferencia está en la atención al cliente. Tu plato puede ser muy rico, pero si no atiendes bien el cliente no regresará. Son detalles importantes”, recalca.
Espinoza Ángeles menciona que otro de los objetivos del año es la expansión del local y remarca que el propósito principal es diferenciarse con las tradiciones gastronómicas de Chiclayo, haciéndolas sus banderas.
“Los jóvenes de ahora no saben qué platos típicos son de su ciudad. Si sus padres no les enseñaron a comer estos platos antes, no se atreverían a degustarlos. Son señores y señoras mayores de 30 quienes vienen a comer aquí. Nosotros queremos que estas costumbres se sigan propagando porque cada vez hay menos lugares donde ir a degustarlas”, señala.
Mariana Espinoza destaca además el lazo que se ha ido formando con los clientes y la satisfacción que esto le genera.
“Café Colón para mí, además de ser una fuente de trabajo es una fuente de distracción. A mí me encanta estar aquí y compartir con los clientes. Es muy gratificante tener el contacto directo con ellos y que se identifiquen, porque hay señoras que han venido cuando han estado embarazadas y ahora llegan con sus hijos ya más grandes. Puedo compartir con ellos y es muy agradable eso”, concluye.
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