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EL 2021: AÑO CON MIL SINSABORES: Reñidas elecciones presidenciales y corrupción han marcado el derrotero en plena pandemia

Escribe: Juan Vejarano Vergara (*)
Edición N° 1235

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Terminamos este año con un panorama político bastante complicado por una suma de irresponsabilidades y falta de liderazgo de quienes gobiernan el país. Qué duda cabe que los comicios del 6 de junio pasado engendraron una riesgosa estela de violencia que todavía persiste y es promovida por aquellos que perdieron las elecciones. Tanto el Ejecutivo y el Legislativo tienen una gran deuda con el pueblo peruano, en especial con las poblaciones más vulnerables y olvidadas históricamente por los gobiernos, que demanda inclusión y ser visibles para el Estado.

Este 2021 ha sido, otra vez, un año para el olvido, un año que nos deja un saldo de más hechos negativos que positivos, con un futuro marcado por la incertidumbre y la desesperanza. Este 2021 termina siendo trágico para el Perú en el aspecto político, económico, educativo, de seguridad ciudadana, pues los actores que toman decisiones en los poderes Ejecutivo y Legislativo no están a la altura de las circunstancias, y en lugar de trabajar bajo una misma perspectiva y visión de desarrollo de país, tendiendo puentes de comunicación para superar las diferencias y materializar de forma efectiva los proyectos que coadyuven a este propósito, han optado por el enfrentamiento y por ponerse zancadillas para demostrar su supremacía. Estos dos poderes del Estado actúan con desinteligencia y una evidente falta de madurez política, anteponiendo intereses particulares o de grupos económicos antes que el bien común. Este 2021 deja un Perú maltrecho por la ineptitud e incapacidad de quienes nos gobiernan, que no han sido capaces de deponer sus diferencias ideológicas y políticas, para tratar de encaminar a este país por la senda del progreso que tanto reclaman hombres y mujeres, en especial las clases sociales más olvidadas por los diferentes gobiernos de turno.

Este año que se va el tema político acaparó la atención de la opinión pública; primero, porque se terminaba el gobierno de transición de Francisco Sagasti, culminaba el periodo del mediocre Congreso de un año de gestión, y se produjo la elección del nuevo presidente de la República, Pedro Castillo, en medio de una campaña llena de odio y medias verdades. Lo que pasó en la segunda vuelta para definir al ganador fue deplorable e indignante, pues todos los partidos de la derecha conservadora, grupos empresariales y medios de comunicación que defienden el establishment, se unieron en torno a la candidatura de Keiko Fujimori; mientras que las fuerzas de izquierda (aunque divididas) y escasos medios de prensa, sobre todo de provincias, apoyaron a Castillo. La campaña electoral dividió a los peruanos entre ciudadanos de primera y segunda clase, entre los de piel clara, cabello rubio y poses de pituco -por lo general residentes en Lima, versus los de piel cobriza, aquellos que siempre han sido los relegados y apestados de la sociedad. Los medios concentrados, aquellos que dominan el mercado informativo, jugaron su partido a parte en el desarrollo de la campaña, al tomar posición abiertamente por una de las propuestas políticas en contienda y direccionar groseramente las noticias a su favor, en claro desmedro del opositor, constituyendo un peligro para la sociedad por su poder de manipulación.

En esta contienda el Nobel de Literatura, Mario Vargas Llosa, tenía que estar presente -como lo ha hecho en las últimas elecciones- y asumió postura por la derechista Fujimori, pese a que en el pasado siempre se declaró un férreo opositor de su padre. “Keiko Fujimori representa la libertad y el progreso; y el señor (Pedro) Castillo representa la dictadura”, dijo en su momento. Los medios de comunicación en general atravesaron (y todavía subsiste) una crisis de orden ético y moral, en gran medida por la insensatez e intolerancia de sus propietarios, que no supieron interiorizar y comprender sobre la importancia que significa administrar estas empresas, de la enorme responsabilidad que tienen entre manos con el público. El proceso electoral evidenció la podredumbre en que cayó el denominado “cuarto poder”, ya que la poca credibilidad y confianza que aún tenían sus audiencias en los medios fue tirada por la borda, por la ambición de los grupos económicos que siempre han manejado el país a su antojo y por defender el modelo económico que tantos réditos les ha dado; pero que ha quedado desfasado en tiempo y espacio.

La misma tesis de siempre

La segunda vuelta electoral nos dejó una peligrosa estela de violencia, producto de una campaña intestina, con ensañamiento entre los militantes de las agrupaciones políticas que disputaron la Presidencia de la República. Hoy, pese al tiempo transcurrido, esas heridas abiertas aún no pueden ser cerradas por posiciones extremistas, que no comprenden el enorme daño que pueden acarrear sus exabruptos. Después del 6 de junio, cuando las autoridades electorales y las encuestadoras daban como ganador a Castillo, la situación se tornó muy peligrosa, las agresiones físicas y verbales fueron pan de cada día, y se profundizó cuando los abogados de Fujimori iniciaron una cruzada legal para tratar de demostrar que Castillo había ganado el proceso en base a un supuesto fraude, el cual nunca se llegó a comprobar. Actualmente esos sentimientos no han desaparecido por quienes creen que les robaron la elección. El psicoterapeuta, Jorge Lazo Manrique, sostuvo que el fanatismo y el mal manejo de las emociones se sumaron a la polarización en la segunda vuelta, potenciando la crispación y los altos niveles de violencia e intolerancia.

Tras la juramentación de Castillo como presidente de la República, había la esperanza de que la incertidumbre política decaiga y todo vuelva a la normalidad. Pero no fue así, por el contrario esta se acrecentó por desatinos y torpezas propias del mandatario en sus primeras acciones de gobierno, como el hecho de no querer despachar desde palacio o el cuestionado nombramiento de los ministros de sus primeros gabinetes, varios de ellos con un pasado borrascoso y con vinculaciones a grupos terroristas. Estos yerros le costaron al dignatario muchos puntos en contra: su credibilidad y su palabra empeñada quedaron por los suelos; el principio de autoridad de su administración fue puesto en tela de juicio, y su consabida frase de campaña: “palabra de maestro” fue estropeada por sus impericias y falta de criterio político. Todo este cúmulo de despropósitos no han hecho más que echar más leña al fuego al panorama de escepticismo y de tensión que se vive hoy en día, lo cual ha incidido en la economía del país, porque cada metida de pata de Castillo (con declaraciones polémicas y fuera de lugar) ha significado que la cotización del dólar se dispare y los precios de los productos alimenticios y otros suban sin control alguno.

Pero no solo ello, los conflictos sociales que se han producido en las últimas semanas, principalmente en el sector minero, con ataques a campamentos y daños a vehículos e infraestructura, no han tenido el manejo adecuado desde el Ejecutivo, el presidente no ha tenido capacidad de reacción frente a estos estallidos o ha preferido el silencio, como si ello fuera la panacea a los problemas que hay en su gobierno. Pareciera que el país camina en automático, no hay piloto que lo conduzca, pues si bien Castillo físicamente está en el poder, pero su mente anda en otro lado y a otro ritmo del que requiere un gobernante.

Congreso en deuda

Ahora veamos el otro lado de la moneda. Tiene que ver con el desempeño del Congreso de la República, que en cinco meses de gestión es muy poco lo que tiene que mostrar como resultados satisfactorios. Por el contrario, sus integrantes, empezando por su presidenta María del Carmen Alva, no están a la altura de lo que demanda la ciudadanía, de allí el bajísimo índice de aprobación que registra (según la última encuesta del IEP, el 78% de peruanos desaprueba su labor). Se pensó que los nuevos rostros elegidos en los comicios del 11 de abril podrían inyectarle frescura y otra actitud; pero hasta el momento no marcan la diferencia y se parece mucho al Legislativo obstruccionista y poco dialogante del 2016. Gran parte de su tiempo lo han perdido en encontrar a los responsables del presunto fraude electoral del 6 de junio, a tal punto que las bancadas de derecha han formado una comisión para investigar este asunto jalado de los cabellos. La herida causada por la derrota infringida en las ánforas todavía no cierra para estos grupos políticos. Su tiempo también lo han malgastado en hallar los motivos para presentar la solicitud de vacancia presidencial, que al final no prosperó porque no reunieron los 52 votos que se requerían para pasar al pleno.

El Parlamento por ahora no sintoniza con las demandas ciudadanas y está pensando más en traerse abajo la reforma universitaria e interrumpir el trabajo desplegado con éxito por la Sunedu, que en legislar a favor de las grandes mayorías. También pretender elegir a los miembros del Tribunal Constitucional de acuerdo a sus conveniencias políticas y personales. Y seguramente volverán a la carga con una nueva solicitud de vacancia presidencial. Eso a no dudarlo. Para cerrar este círculo poco virtuoso del Congreso, una comisión encabezada por su titular viajó a España recientemente para pedir a los diputados del Parlamento emitan un pronunciamiento, “señalando que el Perú ha sido capturado por el comunismo y que Castillo es un presidente que no tiene legitimidad”. Nunca antes se había visto que un presidente del Congreso en visita oficial desprestigie a un gobierno en el extranjero.

Este 2021 también hubo gran expectativa respecto a la reactivación de la economía, tan golpeada desde el 2020 por la pandemia del coronavirus. Se abrigó esperanzas que con el nuevo régimen este proceso tendría un mayor impulso desde los distintos ministerios; pero estamos casi por finalizar el año y este objetivo al parecer quedará solo en buenas intenciones, porque la tasa de desempleo en promedio sigue en más del 10%, según el INEI. El impacto de la pandemia sobre la economía peruana ha sido dramático, con una contracción del PBI de 11% en 2020, según el BCR, la mayor en los últimos 30 años. Con estas cifras tan demoledoras se hacía urgente que el Estado sea más eficiente y calificado, que se promueva una adecuada gestión pública para brindar más y mejores servicios públicos a la ciudadanía, buscando cerrar las brechas que no han sido cubiertas por los gobiernos anteriores. Pero al no haber una reactivación de la economía de manera sostenida en el tiempo, y con un gobierno débil y timorato, lamentablemente la informalidad seguirá imperando en el país, con todos los agravantes que ello conlleva. Esta problemática no atendida, además, es un caldo de cultivo para que la delincuencia incremente.

Las regiones no se salvan

Por otro lado, la corrupción en los gobiernos regionales ha llegado a niveles alarmantes. Este año varios gobernadores han sido detenidos por liderar organizaciones criminales y usar sus cargos para cometer delitos en contra del Estado. A la fecha un total de 18 gobernadores y 52 funcionarios se encuentran investigados por los delitos de colusión, peculado y cohecho, y el sistema de justicia ha enviado a la cárcel de manera preventiva a algunos: Juan Morillo Ulloa (Áncash), Anselmo Lozano, con arresto domiciliario (Lambayeque), Elmer Cáceres Llica (Arequipa) y Agustín Luque Chaya (Puno). Hace poco fue intervenido Francisco Pezo Torres (Ucayali), Florentino Dios Benites (Tumbes) es buscado por tener una sentencia a 4 años de cárcel. Durante la emergencia sanitaria los actos de corrupción se duplicaron en la mayoría de gobiernos regionales. Esto debido a que el Ejecutivo autorizó las contrataciones directas para agilizar la ejecución de obras públicas o las adquisiciones de bienes y servicios necesarios para responder al avance de la Covid-19. Empero, la situación fue aprovechada por las autoridades y su entorno más cercano para beneficiarse ilegalmente de los recursos públicos.

El sector Educación tampoco se ha salvado de la corrupción este 2021. El caso más sonado ha sido la supuesta filtración y venta de la prueba escrita del concurso para el ingreso a la Carrera Pública Magisterial, realizado en noviembre pasado. El pleno del Congreso de la República aprobó, por mayoría, anular el examen, mientras que el Colegio de Profesores y el Sutep demandan se convoque a otro y exigen la renuncia del ministro de Educación, Carlos Gallardo. Mientras todo esto sucede en las narices del presidente Castillo, él no sale a pronunciarse de manera enérgica y deja que el tiempo haga olvidar este escándalo. En cuanto al tema de Salud, si bien por ahora la pandemia pareciera estar bajo control, el Minsa ha anunciado la presencia de la variante ómicron en el país, por ello la población tiene que seguir extremando las medidas de seguridad sanitaria para evitar una tercera ola que podría hacer colapsar al sistema de salud.

El mensaje

Así termina este 2021, con la esperanza de que el año venidero sea más auspicioso y con un escenario más favorable para las inversiones, que la clase política actúe con madurez y responsabilidad pensando en el bien común de 33 millones de peruanos, que dejen de lado sus diferencias, los cálculos políticos y sus mezquindades, y se pongan a trabajar en serio. Miren lo que ha pasado en las elecciones presidenciales de Chile, donde el candidato perdedor, el derechista Antonio Kast, inmediatamente reconoció la victoria del izquierdista Gabriel Boric, dijo que primero estaba el país. Si bien en la campaña se dijeron de todo, pero al final antepusieron cualquier tipo de interés particular. Eso hace el líder de cualquier partido político, que actúa con madurez y sabiduría, cosa que no sucede en Perú con nuestra clase política llena de odio y rencores. Además, el presidente Pedro Castillo tiene que asumir con mayor seriedad y solvencia el encargo que el pueblo le dio en las urnas, tiene que cambiar el chip y la forma de gobernar para lograr la estabilidad política y económica que tanto exige el país, y que tanto daño ha provocado hasta hoy. Y que el Congreso haga los méritos suficientes para que se gane el respeto de sus electores, aprobando leyes productivas, trascendentes y sustanciales para mejorar la vida de los peruanos. 

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(*) Licenciado en Ciencias de la Comunicación.

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PERÚ 2022: Una posibilidad de enrumbarnos

Escribe: Limberg Chero Senmache (*)
Edición N° 1235

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El Perú mantiene un ritmo de vacunación destacable en la región. Más de 45 millones de dosis de vacunas contra la COVID 19 aplicadas hablan de una estructura que funciona y puede responder a la demanda ciudadana. No obstante, nuestra estructura pública no depende sólo de la eficiencia de los buenos y notables servidores públicos, que los hay. Si no que depende, como toda organización, del impulso y liderazgo que quien los dirija.

Ese liderazgo establece no sólo las condiciones para el ejercicio de la rectoría de los sectores y la labor del Estado, sino que el hecho mismo de hacerlo y comunicarlo eficazmente brinda predictibilidad a todo aquellos que operan en el país, por ejemplo, a los empresarios de grandes o pequeños capitales les dice las condiciones en las cuales se puede generar oportunidades, embarcarse en nuevos emprendimientos o reinvertir sus ganancias para hacer crecer más el negocio; del mismo modo, por ejemplo, a los trabajadores y a los estudiantes les brinda información valiosa sobre si podrán conseguir mejores condiciones para desarrollar sus actividades o especializarse en temas que les brinde mejores oportunidades.

La predictibilidad es una de las claves para que un país funcione cada vez mejor. Y es una atribución y hasta responsabilidad del Presidente brindarla. No es una cuestión técnica ni que requiera análisis. Está más bien el ámbito de la forma y la percepción de quien recibe el mensaje. No tiene que ver sólo con la entonación, ni con la facilidad de palabra, más bien influye la seguridad que transmita al pronunciarlo, lo que dicen sus gestos y acciones y hasta el color de su vestimenta. Obviamente, no basta solo el discurso, esto se tiene que complementar en un segundo momento con el papel, con el texto… como por ejemplo, el plan de gobierno, la política general de gobierno o las líneas enfatizadas del plan estratégico de desarrollo nacional. Si existieran incongruencias percibibles entre lo que se dice, lo que se lee, o se hace, más que predictibilidad de las acciones del Gobierno, tendremos un escenario que abre paso a la incertidumbre. Este paso a lo incierto parece haber sacudido al actual régimen y como muestra, podemos ver lo insuficientes que han sido las escasas apariciones públicas del Mandatario y la incongruencia entre los documentos estratégicos y las prioridades manifiestas en su plan de gobierno y en las prerrogativas de algunos de sus ministros.

Por otro lado, se sabe que la predictibilidad del Perú también está influida por el escenario internacional. El escenario de pandemia y las restricciones económicas presionaron hacia arriba los insumos (gasolina, maíz, soja, entre otros) y lo seguirán haciendo en 2022. Pero no todas las noticias desde el extranjero fueron malas, el Perú es un exportador de cobre y este mineral sigue y sigue subiendo de precio internacionalmente y este escenario podría repetirse en 2022 si la variante Omicrón no para a las grandes fábricas de Asia y América, como amenaza hacerlo.

Incertidumbre

En este contexto, el Perú tiene retos importantes en 2022. Los principales relacionados a la salud y al empleo de las mayorías, temas que no se pueden soslayar o dejar de atender.

Para poder responder, el Estado necesita gastar bien su presupuesto, en eficiencia, eficacia y con transparencia. Para obtener el presupuesto necesita recaudar fondos, y estos provienen de las empresas formales que pagan impuestos (sector privado). Si no hay más empresas formales, no habrá ningún fondo extra para hacer algo más.

La inversión privada (Las empresas y sus proyectos) son los motores de la economía. Representan 3 o 4 veces el monto de la inversión pública. A más empresas, mayores posibilidades de recaudar, de contar con empleos para quienes buscan trabajo y menos familias pasando angustias.

Las proyecciones de crecimiento para 2022 no son alentadoras. Se habla de un crecimiento de entre 2 y 3%, lo que significa que la economía producirá un poco más que en 2021, pero que no será suficiente para tener empleos para todos los que lo busquen. Esta situación, unida a la crisis trasladada de la economía internacional, podría desencadenar en 2022 una crispación social alta que resultaría difícil de manejar sin un estructurado mensaje que esté respaldado en acciones congruentes de la gestión.

Solución

Aún se puede revertir la situación. Si bien el panorama sombrío de finales de 2021 condiciona buena parte de 2022, no lo condiciona del todo ya que el segundo semestre de 2022 podría ser mejor producto de un escenario en el cual, a pesar de que se avizora una crisis producto de la economía internacional, se tengan mensajes claros respecto de la gestión del país. Estos mensajes podrían agregar predictibilidad al entorno y por lo tanto, condiciones más favorables para emprender (y con ello generar empleo).

Algunas medidas que podrían ayudar en ese aspecto serían:

Mantener la dinámica de la vacunación. Ya se empezó con la tercera dosis, y es probable que haya alguna dosis de refuerzo adicional en los próximos meses. El personal médico de primera línea viene jugándose esta batalla dos años sin descanso. Ya se debe pensar en una relación más directa con la academia y centros de formación para asumir los retos sanitarios que se vienen.

Mayor comunicación directa entre el Presidente y la población. No se trata de que el Mandatario domine los temas, para eso están los ministros, se trata de que brinde las líneas claras de las prioridades de su gestión, las cuales si bien están escritas, resulta ampliamente conveniente se les brinde el respaldo público.

Aumentar la congruencia entre una voluntad de reactivación de la economía y el trato con los empresarios. No se trata de tener la espada de Damocles de la nueva Constitución presente, ni de decir que se quiere aumentar los impuestos a los que ya pagan, menos en un escenario de pandemia. Se trata de mostrar los esfuerzos del Gobierno en aumentar la base tributaria (formalización, lucha contra la evasión, defraudación y uso de mejores herramientas contra la elusión), en apoyar la generación de empleos de las empresas privadas en ciudades seguras y en condiciones laborales cada vez mejores.

Fortalecer la percepción de meritocracia en el Estado. No se trata de ser amigos de la gestión de turno para ocupar un puesto clave en el actual Gobierno, si no que, como siempre se ha procurado, se elija a los mejores disponibles.

Con la mirada y la comunicación puesta en estos puntos se garantiza una lucha frontal contra la incertidumbre, y, ceteris paribus, podría ser que rinda sus primeros frutos en julio 2022 si se empieza a desplegar desde hoy. No se trata de sostenerse en ideologías para construir o criticar, se trata de enfocarse en esos objetivos que compartimos todos los peruanos y sobre los cuales se puede empezar a trabajar. ¡Vamos Perú!

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(*) Economista.

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REFLEXIONES OPORTUNAS: Las nociones de “pueblo” y un mensaje universal

Escribe: Francisco F. Reluz Barturén (*)
Edición N° 1235

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Desde el pasado mes el Club Mundial de Filosofía liderado por Francisco González Cabañas, filósofo argentino, Ana Lacalle de España y Jorge De La Torre filósofo mexicano, junto con otros pensadores de diversas nacionalidades, organizaron el VI Simposio Correntino de Filosofía Política, quienes me convocaron a participar en uno de los paneles para el debate desde diferentes perspectivas, haciéndose efectivo el pasado fin de semana. El panel en el que decidí participar se denominó “Las nociones de ‘pueblo’” donde disertaron también Andrea Valcárcel, Luis Bretoneche, Xavier Palomino y Pietro Montanari.

Preliminarmente, hago presente los valiosos aportes intelectuales de los colegas: Pietro Montanari reflexionó en torno a la generación de las “creencias” como concepción colectiva que se va generando a partir de costumbres muchas de ellas irreflexivas, a veces mal utilizadas por grupos de poder para manipular al pueblo. A su vez, Bretoneche afirmó la diferenciación entre las nociones de “ciudadanía” y “pueblo” teniendo este último diversas acepciones, alguna de estas fue adecuada al pensamiento del gran Augusto Salazar Bondy por parte de la disertación de Xavier Palomino, mientras que, Andrea Valcárcel expuso contextualizadamente desde El Chaco argentino, las ideas del filósofo hindú Amartya Sen en torno al desarrollo de los pueblos, a fin de contribuir a su “despertar” y salir del status quo de “adormecimiento” e ir tras el progreso social. Sin duda, todos muy buenos aportes. Veamos ahora lo que preparé para el panel, y al mismo tiempo, pensé en voz alta en torno a lo que me suscitaron los colegas.

El origen de las nociones de “Pueblo” y sus sentidos

El concepto pueblo del latín pópulus, designaba a los varones romanos jóvenes (de raíz latina: pubes, inicio de la adultez) capaces de ejercer las armas, con facultad de elegir, pero no de ser elegidos, no por falta de criterio sino de experiencia, contrastándose con el término senatus (del latín senex, anciano) quienes podían ser elegidos, con facultad consultiva por su mayor experiencia y hasta cierto límite, con poder de decisión conjunta, lo que se conocía como senado romano, término que ha venido hasta nuestros días como institución política en muchos países republicanos.

Desde esa concepción originaria los sentidos en el uso del término pueblo han variado con el tiempo. El Diccionario de la Real Academia da cinco significaciones: Ciudad o villa, población de menor categoría, conjunto de personas de un lugar, región o país, gente común o humilde y, finalmente, país con gobierno independiente. Comprobamos que, algunas significaciones calzan en una comprensión adecuada como el de conjunto de personas de un lugar, ciudad o país con gobierno independiente, pero otras tienen significación diferenciada de clase. Al parecer, este es el sentido más extendido, y por supuesto el menos adecuado, puesto que todos lo habitantes de un país, sea cual fuere su condición social, sexual, económica, ideológica, racial, étnico, cultural y de fe, nos hermana la humanidad, la dignidad de personas y el derecho ciudadano, que nos reconoce y protege por ley desde dentro del vientre materno hasta último día de nuestras vidas. Recordemos que hoy en día se ha dejado atrás el sentido de ciudadanía como habitante mayor de edad, para valorar -como debe de ser- a toda persona por el sólo hecho de serlo al margen de su edad, características o condición.

Los negativos usos políticos de las nociones de “Pueblo”

Ahondando en la reflexión, recordemos que, en los avatares de la vida política, tanto en nuestro país como en el de otras latitudes, hemos escuchado frases tales como “El pueblo unido jamás será vencido” para la reivindicación social, “El pueblo lo hizo” para atribuir una obra pública al esfuerzo mancomunado de todos, entre otros muchos, todos ellos reivindicativos del reconocimiento de derechos y generadores de vínculos de sólida unidad, son frases que calan en el inconsciente colectivo, y principalmente cuando los políticos de turno en el poder hablan en su nombre suelen decir “El pueblo lo demanda… el pueblo lo exige”, esta última es la frase más manoseada por intereses políticos y mediáticos ideologizados desde diversos frentes para cubrir sus particulares intereses malsanos, y escudarse en un concepto que en términos de beneficios particulares y sectorizados les resulta rentable, pero al que no les hacen caso en sus verdaderas necesidades ni atienden en sus legítimas demandas.

Así tenemos que, para los sectores políticos ideologizados de derecha, el pueblo muchas veces es considerado como gente común, pobre, o incluso -como lo expresó un fallecido político peruano - “ciudadanos de segunda clase” a quienes subordinan o ningunean; mientras que para los sectores políticos ideologizados de izquierda, el pueblo no es otra cosa que su catapulta de ascensión al poder y bajo su nombre asirse permanentemente en él, generando narrativas conflictivas para dar cumplimiento al adagio “divide y vencerás”, ejemplo de ello lo tenemos en la historia reciente europea y latinoamericana.

¿Cuál es el resultado de ambas comprensiones políticas extremadamente ideologizadas?: Polarización extrema dentro de la vida social y política de los países, y más de lo mismo, el pueblo que somos la ciudadanía en pleno, soportando los reveses de sus actos de corrupción, mentiras, manipulaciones y sufriendo las decisiones que, lejos de atender las necesidades de todos los ciudadanos afectan en nuestra institucionalidad y en calidad de vida que no es sólo económica, sino integral como merecemos.

¿Qué es el pueblo? ¿Quiénes son el pueblo? El mensaje universal

Amable lector, entonces te preguntarás: “A las finales ¿qué es el pueblo? ¿quiénes son el pueblo?”, para que nos ayude a responder a estas preguntas te presento a dos grandes pensadores: Para Marco Tulio Cicerón (s. I a.C) el pueblo es la organización de los habitantes de un territorio de acuerdo a leyes para satisfacer sus necesidades naturales y sociales que son su bien; mientras que para Agustín de Hipona (s. V d.C) el pueblo es la agrupación de muchas personas en comunión y conformidad de las realidades que ama. A partir de ellos, podemos decir que el pueblo es la asociación humana debidamente organizada en base el equilibrio entre el derecho y los deberes de cada quien, en beneficio de satisfacción integral de necesidades comunes. En otras palabras, el pueblo es ciudadanía organizada para el bien común, el pueblo lo conformamos todos.

Los políticos, estén o no en el poder, sean de derecha o de izquierda, los legisladores, magistrados judiciales, campesinos, militares, intelectuales, niños, jóvenes, adultos, adultos mayores hombres y mujeres, han de comprender que no son clase, todos somos el pueblo y que debemos ejercer nuestras funciones con honestidad. Los políticos en el poder, de la ideología que fuera y en cualquier tiempo, deben ser los primeros en atender las necesidades del pueblo que somos todos y no generar discrepancias para que “a río revuelto” saquen su ganancia manchada con el ninguneo y el tráfico de las necesidades de los otros. Los que gobiernan deben entender que no gobiernan para perpetuar su ideología, gobiernan para dotar al ciudadano, a la totalidad del pueblo de bienestar y calidad integral de vida, para lo cual ellos mismos deben subordinarse a las leyes y al imperio del buen criterio y la razón.

Finalizo recordando que en nuestro contexto la canción, que empieza “Hay un pueblo llamado Chiclayo donde todos parecen hermanos”. Me quedo con este sentido de pueblo, como hermandad humana en ciudadanía participativa, donde todos, gobernantes y gobernados trabajemos conjuntamente, sin dobleces, perfidias e intereses de grupo, vale la pena intentarlo ¿por qué no?

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(*) Filósofo y docente investigador.

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