Uchuraccay es una comunidad altoandina de la provincia de Huanta (Ayacucho) en la puna peruana. Está situada a unos 4.000 metros sobre el nivel del mar. La antigua Uchuraccay ya no existe, puesto que desapareció en el año 1984 debido al régimen de terror instaurado por Sendero Luminoso y el propio gobierno peruano. Unas quince familias han vuelto y han construido casas cerca de la ubicación original.
A pesar de ser un pueblo muy pequeño de la puna peruana, Uchuraccay trascendió en los medios peruanos y mundiales debido a las brutalidades cometidas. Algunos dicen que Uchuraccay es el mayor ejemplo de los graves destrozos, sociales, humanos y económicos que provocó la violencia armada entre Sendero Luminoso y el Estado Peruano.
INCIDENTES GUBERNAMENTALES Y SENDERISTAS
La toma de Uchuraccay era de fundamental importancia para poder tener acceso a la ceja de selva y a los valles. Los primeros indicios de actividad senderista en Uchuraccay ocurrieron en 1981.
A los pocos años y en parte debido al apoyo de los jóvenes del lugar y el repliegue policial hacia las capitales de provincia que dejaron a varias poblaciones sin ningún tipo de protección del Estado, Sendero Luminoso pasó a "controlar" el pueblo. Desde el principio la organización terrorista se encontró con problemas, uno de los más importantes fue la imposibilidad de erradicar las costumbres indígenas, teniendo que crear un poder bicéfalo, donde regían el pueblo tanto el líder indígena, como el líder senderista.
Las tensiones emergieron rápidamente, uno de los primeros incidentes sucedió cuando seis senderistas fueron apresados por las autoridades locales, estando muy cerca de ser linchados. La represalia de Sendero Luminoso fue contundente, asesinaron al líder comunal Alejandro Huamán de un tiro en la cabeza. Poco después asesinaron a otros dos dirigentes con el mismo método.
En enero de 1983, en las provincias cercanas a Uchuraccay y en la propia Uchuraccay fueron asesinados dirigentes senderistas. En Uchuraccay exterminaron a cinco dirigentes senderistas a puñetazos, puñaladas y pedradas.
El 26 de enero de 1983, unos cuarenta comuneros asesinaron a ocho periodistas peruanos de diversos periódicos nacionales, que habían llegado a investigar una masacre cometida por Sendero Luminoso en un municipio vecino.
El guía y un lugareño fueron otras dos víctimas del linchamiento cometido por los campesinos, que tomaron a los periodistas por miembros de Sendero Luminoso, ya que temían una represalia senderista por un previo enfrentamiento. Además, los comuneros, que vivían en constante pánico por el acoso de los terroristas, siguieron los consejos de los ’’sinchis’’, un cuerpo antiterrorista de la Guardia Civil, para que mataran a todos los forasteros viniendo por tierra, quienes serían terroristas, ya que ellos mismos, la policía, vendrían por aire (en helicópteros). Los periodistas, no pudieron hacerse entender, a pesar de que había dos quechuahablantes.
Una comisión investigadora convocada dos semanas después del suceso por el presidente Fernando Belaúnde Terry y presidida por el escritor Mario Vargas Llosa constató la autoría de los comuneros y explicó el crimen por deficiencias civilizadoras de parte de los indígenas. El Informe Vargas, como fue llamado, aceptó la versión del mando militar de la zona el cual aseguraba que los periodistas fueron ejecutados por los propios comuneros de Uchuraccay, quienes los habían confundido con “terroristas” porque, entre otras cosas, portaban una “bandera roja” (sic). No encontró corresponsabilidad en los "sinchis". En un juicio efectuado a la más elevada instancia tres de los comuneros fueron condenados a quince años de reclusión.
Sin embargo, las afirmaciones contenidas en el informe de la comisión investigadora fueron desechadas por los familiares de las víctimas y luego por la justicia peruana, que actuó luego de sortear las vallas impuestas por los militares.
Durante los meses que siguieron al asesinato de los periodistas, 135 lugareños, entre ellos 57 mujeres, fueron masacrados. La mayoría de ellos a consecuencia de incursiones senderistas cometidas sobre todo en días festivos cuando la población estaba concentrada en el centro de la aldea. Pero también el acoso de los militares y paramilitares y la fuerte represión cobraron numerosas vidas. En el curso de 1984 los lugareños sobrevivientes abandonaron completamente Uchuraccay y se refugiaron en la selva, en municipios vecinos y en Lima.
En octubre de 1993, parte de la aldea se refundó en nuevas casas erigidas a cierta distancia de la ubicación anterior.
Con Ley Nº 30221 se creó el distrito de Uchuraccay, el 11 de julio de 2014.
PERIODISTAS MÁRTIRES
Eduardo de la Piniella y Pedro Sánchez del diario Marka; Félix Gavilán, corresponsal de Marka; Willy Retto y Jorge Luis Mendívil, de El Observador; Jorge Sedano, de La República; Amador García, del semanario Oiga, y Octavio Infante, de Noticias de Ayacucho.
Las otras víctimas fueron identificadas como Juan Argumedo (guía e intérprete), Severino Huáscar Morales (comunero, quien intentó impedir el asesinato de Juan Argumedo).
¿QUÉ LECCIÓN NOS HA DEJADO UCHURACCAY?
Los periodistas lambayecanos Cecilia Martínez Romero, Rocío Díaz Fernández, Sandro Chambergo Montejo, Fernando Noblecilla Merino, Wilfredo Sandoval Bayona y Deysi Cubas Cubas reflexionan al respecto.
CECILIA MARTÍNEZ ROMERO
Editora de La Industria
“No debemos permitir que los hechos de violencia se vuelvan a repetir en nuestro país, la muerte de estos periodistas fue una demostración de la falta de conocimiento que tenían los campesinos, quienes solo acataban órdenes de los altos mandos militares, finalmente los responsables políticos no recibieron sanción.
Nuestra profesión es arriesgada, peligrosa, pero estos hombres (periodistas), demostraron que buscaron la información hasta el final, siempre en búsqueda de la verdad. Ese es el ejemplo para nosotros como periodistas, buscar y encontrar la verdad.
Como país, debería haber más preocupación por orientar y educar a las comunidades campesinas, que hagan valer sus derechos, enfrenten y denuncien todo abuso de poder”.
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WILFREDO SANDOVAL BAYONA
Corresponsal de El Comercio
“Este terrible suceso que conmocionó a nuestro país ha dejado muchas lecciones para el gremio periodístico y las nuevas generaciones de comunicadores. La primera y más importante es que un grupo de periodistas llegó a la zona para cumplir con el derecho que tiene toda la ciudadanía a estar informada. Lamentablemente fueron atacados sin piedad, porque presuntamente fueron confundidos como terroristas. Aquí se desprende la segunda lección: Pese a que han transcurrido 33 años desde la tragedia, las heridas no cicatrizan, esa sed de justicia no cesa porque aún no hay culpables en este caso. Lo que más nos duele es que los presuntos autores intelectuales no recibieron castigo.
Desde nuestro interior esperamos que lo ocurrido no se repita. Lamentablemente, ataques como estos se dan en otros países del mundo, constantemente, contra colegas periodistas. Uchuraccay, es considerado un típico episodio de una guerra interna que en el Perú vivimos entre los años 1980 y 2000”.
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ROCÍO DÍAZ FERNÁNDEZ
Directora de UCV Satelital
“Treinta y tres años después, el drama de Uchuraccay continúa haciendo honor a la memoria de los comunicadores caídos, quienes se encontraron con la muerte buscando la noticia. La lección aprendida es que no se debe permitir el olvido de las comunidades de nuestro Perú profundo, porque es en estos lugares donde los peruanos oprimidos, postergados y rezagados, transforman su reclamo en odio, con sed de venganza y justicia. Son los campesinos quienes toman la ley con su mano.
Un estado ausente fue perfecto para que el terrorismo sembrara todo su odio en Uchuraccay, transformó a los campesinos en verdugos, quienes mataron a terroristas para cuidar la integridad de sus familias y luego a periodistas en un confuso episodio, que a pesar del tiempo transcurrido no ha sido aclarado.
Otra lección aprendida es que el trabajo de la prensa debe contar con la seguridad y garantía, no solo del medio que representa, sino también del Estado.
La matanza de los hombres de prensa en Uchuraccay nos deja además una gigantesca motivación para reflexionar sobre nuestro deber en la búsqueda de la verdad y la justicia y para garantizar una prensa independiente. En tanto Uchuraccay sigue siendo una profunda herida y dolorosa en la historia del periodismo peruano”.
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DEYSI CUBAS CUBAS
Productora de RPP Lambayeque
“Lo ocurrido en el poblado de Uchuraccay, con la muerte de los ocho periodistas, el guía y un campesino, por más que intento defenderlos, porque sí creo en que sólo querían informar, nos deja dos lecturas para nosotros sus colegas.
La primera es que nuestra profesión es de gente valiente. Solo quienes vencemos al miedo podemos ejercer un buen periodismo. Los riesgos son muchos, el ser silenciado por ‘órdenes de arriba’ y tener que renunciar a tu trabajo para evitarlo, el verse tentado a un abultado fajo de billetes o, peor aún, exponerse a la muerte misma como ocurrió en aquella lamentable guerra que dejó miles de muertos, huérfanos y viudas.
La segunda, creo, es aquella que lamentamos todos quienes sabemos que los campesinos continúan olvidados. Somos una sociedad que se cree con más derecho, con más sabiduría que los de la sierra o de la selva, porque suponemos que nuestro criterio es el mejor por tener instrucción académica o simplemente por haber nacido en la llanura costera. Existen muchas versiones sobre lo ocurrido, pero todo apunta a que nuestros colegas fueron asesinados por el comité de autodefensa de Uchuraccay y los poblados vecinos, quienes se unieron para enfrentar al terrorismo que los mataba uno a uno.
Con el perdón de los familiares, creo que lo ocurrido aquel lamentable 26 de enero sirvió para que al fin las autoridades volteen a ver a los campesinos que en silencio ya venían siendo asesinados por Sendero. Varios reportajes de aquel entonces dan cuenta que los campesinos no actuaron por maldad, sino más bien en defensa propia, pues habrían recibido instrucciones del Ejército de asesinar a todo aquel foráneo que no llegase en helicóptero o uniformado.
Buscar responsables, que con todo derecho exigen los familiares, es una tarea casi perdida. Culpables son muchos, la clase política, el mismo sistema, el Ejército que en vez de ordenar solo la captura de presuntos terroristas habría dado la orden de matar, los campesinos por no intuir la verdad, el terrorismo por su pensamiento retorcido, la distancia y el olvido. Aunque quizá el mayor culpable fue el descuido del gobierno que dejó a su suerte a aquellos campesinos que vivían aterrados en medio del fuego cruzado entre las fuerzas armadas y los terroristas, por ello, la desconfianza de los pobladores de Uchuraccay; por ello la opción de atacar en vez de solo esperar la muerte de brazos cruzados.
No intento justificar lo ocurrido, lo condeno enérgicamente; solo intento comprender el porqué. Los campesinos son amables y solidarios en casi su absoluta mayoría, lo sé porque estoy orgullosa de haber nacido en la sierra del Perú. Pero como todos, prefieren vivir en paz, sin delincuencia ni terrorismo. Que nunca más vuelva la violencia, el cambio para un mundo mejor empieza por nosotros mismos, mejorando todos”.
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SANDRO CHAMBERGO MONTEJO
Corresponsal de Trome
“La fecha del 26 de enero de 1983, debe significar para los peruanos, y en particular los periodistas, un tiempo de reflexión, porque la justicia no logró resolver el crimen de ocho valerosos hombres de prensa que lo dieron todo en busca de la verdad. Si bien hemos desarrollado y seguimos tributando homenaje a nuestros mártires del periodismo peruano, a decir verdad también hay que rendir homenaje a esas dos personas más que acompañaron a nuestros colegas periodistas, uno de ello el guía Argumedo y el comunero Huáscar.
El caso Uchuraccay es una de las más tristes noticias para el periodismo peruano, es un dolor profundo para sus familiares y seguirá siendo una herida abierta, porque 33 años después no se encontró culpables y el Estado Peruano y los gobiernos olvidaron su rol de hacer justicia con quienes fueron en busca de la noticia para explicarle al país qué sucedía en la alturas del Perú profundo.
Uchuraccay nos ha dejado un ejemplo de entrega, riesgo, amor, ética, búsqueda de la verdad cueste lo que cueste; valeroso paradigma de ejercicio profesional que debemos imitar los que estamos en esta difícil e incomprendida labor periodística. Los jóvenes periodistas de hoy y los futuros comunicadores, tienen el deber moral de conocer esta historia, que es parte de la gran historia del periodismo peruano”.
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FERNANDO NOBLECILLA MERINO
Director de Así Somos - Canal 21
“Alguien ha mencionado que la tragedia de Uchuraccay es ‘una herida abierta para los peruanos’, para mí es una expresión muy ampulosa, dado que a pesar de los años que han pasado desde aquel lejano 26 de enero de 1983, cuando se produjo la masacre de los ocho periodistas, en ese ignorado lugar del interior ayacuchano, si los periodistas no recordamos la fecha, nadie más lo hace.
Los pueblos han querido, a lo largo de la historia de la humanidad, tener referentes que le permitan acentuar identidades. Con las guerras nacieron los héroes. Con las persecuciones y muertes de gente indefensa nacieron los mártires. En nuestro país, los héroes a quienes veneramos, han sido siempre militares, aunque muchos de ellos solo lograron derrotas guerreras, los recordamos siempre, con orgullo patriótico indiscutido.
Por qué no celebramos las no muy numerosas victorias guerreras. Es algo que hasta hoy no entiendo. Pero parece que forma parte de nuestra manera de ser. En fin y para no salirme de la pregunta. Una de las acepciones de la palabra mártir, señala que, ‘es la persona que se sacrifica en el cumplimiento de sus deberes’. Otra señala que ‘es la persona que muere o sufre grandes padecimientos, en defensa de sus creencias o convicciones’.
Las dos acepciones son aceptables para señalar que los periodistas fueron realmente mártires. Ellos fueron a buscar una información, que se le negaba a la opinión pública del país. El asunto es cuando se empieza a analizar fríamente si hubo o no responsabilidad de los periodistas. Si la osadía de la que hicieron gala para encontrar la noticia no los cegó. Y entonces es válido preguntarnos, si para ser periodista, se debe tener vocación de mártir.
Los héroes aparecen en medio de iniciativas, muchas veces irracionales, que conllevan acciones fuera de lógica. Los mártires, aparecen cuando algunas mentes desbordadas por la violencia, no tienen reparos en asesinar personas. Me pregunto, los periodistas que murieron en Uchuraccay no tenían conocimiento de las reacciones violentas de la población de la zona. Fueron o no advertidos por los militares que ir allí representaba un alto riesgo.
Se van a cumplir 33 años de esa desgracia. No hay responsables. Si el periodismo peruano requería mártires, esos ocho colegas se convirtieron en ellos. Me gustaría saber si todos los periodistas recordamos sus nombres. En fin, así somos. Que descansen en paz”.
“La verdad jurídica se abre paso sobre la verdad mediática; porque la verdad jurídica es una sola. En cambio, la verdad mediática depende del cristal con que se mire”. Con estas palabras, escritas en su cuenta de Facebook, el ex presidente Alejandro Toledo celebraba la noticia de que un juez de Lima había anulado la denuncia fiscal por lavado de activos en el Caso Ecoteva.
Sin embargo, minutos después se conoció que el magistrado Manuel Céspedes Riguetti, quien emitió la sentencia, militó durante cinco años en Perú Posible, partido que lidera Toledo.
Diferentes medios digitales informaron que, según los registros del Jurado Nacional de Elecciones (JNE), el magistrado Céspedes, del Juzgado Penal 47 de Lima para Reos Libres, integró Perú Posible desde el 2007 hasta el 2012. Ese año se alejó del partido que fundó Alejandro Toledo para formar parte del Poder Judicial.
Cabe señalar que su hermano, Jhon Céspedes Riguetti, continúa militando en la agrupación de la
chacana, de acuerdo con el JNE.
DEBIÓ INHIBIRSE
Tras ser informados de la antigua militancia del juez, fuentes de la fiscalía indicaron que presentarán una denuncia contra Céspedes ante la OCMA por inconducta funcional.
“Es una clara irregularidad que el juez no se haya inhibido habiendo sido de Perú Posible”, dijo una fuente fiscal. También se supo que la Procuraduría del Ministerio Público, a cargo del abogado Aurelio Bazán, apeló la sentencia.
“El juez por propia consideración ha tenido que inhibirse, su imparcialidad es cuestionada a todas luces. Aunque se haya desvinculado después del partido, estaba obligado a apartarse del proceso”, dijo el ex procurador anticorrupción Yván Montoya. Agregó que será una instancia superior la que decidirá si este polémico fallo debe anularse.
El abogado Luciano López, defensor de Alejandro Toledo y de su suegra, Eva Fernenbug, aseguró que no tenía conocimiento de la antigua militancia del magistrado Céspedes.
Sin embargo, dijo que eso no le impedía asumir el caso. López remarcó que el hábeas corpus lo presentó Fernenbug, quien no es militante de Perú Posible y, además, el Código Procesal Civil no establece restricciones para los jueces que pertenecieron a un partido.
LA SENTENCIA QUE LO SALVÓ
Se conoció que el juez Céspedes ordenó anular la denuncia por lavado de activos que presentó la fiscal Manuela Villar, en julio del 2014, contra Alejandro Toledo, su esposa Eliane Karp, Eva Fernenbug y otros cinco imputados por el Caso Ecoteva.
Fernenbug presentó el hábeas corpus en agosto del 2015. La suegra de Toledo, entre otras cosas, alegaba que se había violentado el principio de “la cosa decidida” en la investigación fiscal.
Según el abogado de Fernenbug, en octubre del 2014, un fiscal superior dio un plazo de 120 días para las indagaciones. “La investigación fiscal debió acabarse en marzo del año pasado”, afirmó Luciano López.
En la fiscalía alegan que una investigación no puede ser “parametrada”, y que existen precedentes en el Tribunal Constitucional en los que se flexibiliza el principio de “la cosa decidida”. Un ejemplo es la sentencia que anuló el hábeas corpus de Nadine Heredia por el caso de las agendas.
Cabe señalar que otro recurso legal parecido, también presentado por la defensa de Eva Fernenbug, fue rechazado en dos instancias de la Corte Superior de Lima Este.
Alejandro Toledo, su esposa Eliane Karp, el jefe de seguridad presidencial Avraham Dan On, el empresario Josef Maiman y otros implicados, fueron denunciados por lavado de activos, en relación a operaciones inmobiliarias realizadas por Eva Fernenbug en 2012.
El año pasado, allegados al expresidente de la República señalaron que la suegra de Toledo Manrique acudiría al Tribunal Constitucional para hacer valer su derecho de defensa en el controvertido caso en el que se investiga la compra de inmuebles por más de cinco millones de dólares.