Ganador del Premio Internacional ‘Juan Rulfo’ en 1999, del Premio Latino Internacional de Novela de los Estados Unidos en el 2007 y finalista del Premio Planeta en el 2017, Eduardo González Viaña es una voz de peso en la literatura iberoamericana. Mediante su obra, el hombre nacido en Chepén hace casi ocho décadas, repasa el fenómeno de la inmigración al que considera el problema más importante de la historia humana.
“Pareciera que el planeta hubiese cambiado de rumbo, que dejase de girar de la misma forma en que siempre lo ha hecho. Grandes extensiones poblacionales del sur del mundo se están trasladando hacia el norte, constituyéndose un proceso inverso al de la oleada colonizadora”, sostiene.
El hombre de letras explica que el proceso de colonización llevó a las personas de Europa hacia América y África (en el segundo caso para despoblarla), pero ahora está ocurriendo lo contrario, pues son los habitantes de estos continentes quienes emigran hacia el norte.
“Si uno va a Londres y toma un autobús descubrirá que casi todas las personas que viajan allí son de tez morena y es posible que en el futuro la mayor parte de ese país y otros esté poblada por inmigrantes”, asevera.
UN FENÓMENO ANTES VISTO
El también activista por los derechos de los inmigrantes en Estados Unidos afirma que los procesos migratorios han ocurrido siempre, desde la época en que los grupos humanos eran nómades y debían caminar grandes trayectos para cazar.
Apunta que en América se produce un fenómeno muy parecido al de los pueblos descritos en la Biblia, particularmente en el Éxodo, donde se relatan los 40 años que debió caminar el pueblo hebrero a través del desierto en busca de una tierra prometida.
Advierte que en la actualidad este fenómeno surge como respuesta a la colonización, la misma que despobló continentes enteros, generando así una situación anómala con países que dejaron de funcionar como lo habían hecho durante miles de años.
“La diferencia entre la gente del Éxodo y la de América del Sur radica en que ellos eran conducidos por un Dios, mediante la voz de un profeta, pero a nuestros pueblos los empuja la maldición de dejar países donde parecen haberse acabado los puestos de trabajo y acaso también el amor”, comenta.
DESESTRUCTURACIÓN
Asimismo, menciona que la principal consecuencia de la colonización fue la desestructuración de las sociedades, cuyo orden - en el caso de la andina y las mesoamericanas - estaba construido sobre la agricultura, actividad que les permitió crear grandes imperios con un nivel de vida aparentemente superior, en el que no existían hambrientos, mendigos ni gente que no pudiese trabajar.
“Esta ha sido la peor hecatombe que uno se puede imaginar, pues el orden que tenían estas sociedades fue destruido al cambiar su estructura agraria por una monopólica minera. Los españoles vinieron a llevarse todo el oro y para eso utilizaron una mano de obra local. Metían a la gente más fuerte a la mina y cuando salían, al cabo de 18 o 20 años, iban a morir como mendigos con tuberculosis. Han hecho un daño en la historia que es casi irreversible”, asevera.
Para González Viaña, revertir esta situación amerita cambios estructurales internos en las sociedades, revoluciones, pues considera que más de 500 años después de iniciado el proceso de colonización aún los países no han superado este fenómeno, toda vez que las independencias tampoco fueron soluciones.
“Cuando se proclamó la independencia en el Perú todavía había esclavos. Incluso los indígenas nativos, quienes eran los dueños del país, debían pagar por el derecho de vivir en este suelo. El tributo indígena recién es abolido con Ramón Castilla, lo mismo que la esclavitud, poco después”, explica.
No obstante, precisa que sí ha habido algunos esfuerzos en Latinoamérica por cambiar esta situación, tales como la Revolución Mexicana de 1910 o la instauración del Gobierno Revolucionario de Juan Velasco Alvarado en el Perú.
DE SUEÑO A PESADILLA
Por otro lado, afirma que si bien los países en Sudamérica, especialmente el Perú, no están preparados para la inmigración venezolana, los inmigrantes tampoco están preparados para la situación de mendicidad en la que muchas veces se encuentran en los países a donde van.
“Esas personas no vienen acá en busca de paraísos, pero sí de algo que sea respirable y el Perú, en todo caso, es una atmósfera respirable. Este es un caos que tiene sus responsables por otro lado”, apunta.
Añade que así como existe el famoso ‘sueño americano’, también está la ‘pesadilla americana’, la cual retrata en su novela ‘El camino de Santiago’, donde los latinos caminan a través del desierto o encima de murallas en búsqueda de un paraíso que algunas veces existe, pero otras no.
“La fuerza de todo migrante es la esperanza, la cual muchas veces es superior a la realidad. En mi novela ‘La frontera del paraíso’ hay una mujer que lleva a su hijo desde Guatemala hasta Estados Unidos porque este tiene cáncer. Él está condenado a muerte, los doctores le han dado días, quizá semanas de vida y ella alberga la esperanza de contactar al mejor médico del mundo para que lo cure. Sin embargo, ella es una inmigrante ilegal en los Estados Unidos y solo tiene 200 dólares en el bolsillo. Al final, ella dice que el hombre está hecho de barro y de esperanza, pero sobre todo de esperanza”, relata.
El literato revela que este personaje sí existió en la vida real y pudo conocer su historia cuando era catedrático de la Universidad de California, en Berkeley. Cuenta que en aquella ocasión llegó una señora de casi 80 años a su oficina preguntándole si le podían prestar una supuesta “bomba atómica pequeñita”, del tamaño de un dedal, que servía para curar el cáncer.
Cuenta que para llegar hacia allá la mujer había tomado el ‘Tren Bestia’, locomotora usada por los migrantes para atravesar México y llegar a Estados Unidos, y ya luego en el país norteamericano había viajado de una ciudad a otra.
“A ella le habían hecho creer que esa bomba que curaba el cáncer era real, por lo que debí decirle que semejante cosa no existía, pues lamentablemente la enfermedad no ha podido ser derrotada hasta ahora. En aquella ocasión la señora me dijo: ‘Hijo, lo que a ti te falta es un poco de esperanza’. Tiempo después cuando yo ya no trabajaba en Berkeley, sino en Oregón, llegó a mi despacho el hijo de la señora, que era un hombre de casi 50 años. Su madre ya estaba en el cielo, pero él seguía vivo y había venido a buscarme. A partir de ese momento creí más en los milagros, creo que son la fuerza que nos impulsa a vivir y ser más humanos”, narra.
SENTIDO DE SU OBRA
González Viaña cuenta que sus novelas están orientas siempre hacia el optimismo, a creer en la fuerza de los seres humanos, en la solidaridad y en el amor, pues cuando se habla de las migraciones como estado permanente de la humanidad, también se incluyen a las migraciones internas y a otras que son propias del ser humano, aquellas que pueden ser movidas por la esperanza, pero también por el desánimo, el miedo o el pesimismo.
“Yo soy testigo de lo que escribo, mas no hago textos sociológicos. Soy escritor y mis novelas tratan de eso, de la inmigración latina hacia Estaos Unidos. Sin embargo, nunca me han catalogado como un impulsor de la migración, al contrario, allá he sentido más libertad para escribir sobre ese tema que aquí en el Perú”, indica.
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