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PADRE EMILIO MARTÃÂNEZ: “Tenemos que dar un mensaje de esperanza para que haya más justicia y pazâ€Â

Escribe: Semanario Expresión
Edición N° 1301

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  • Superior de la Compañía de Jesús en Piura y coordinador de las Obras Apostólicas en Lambayeque y Piura, conversó con Expresión y manifestó que la iglesia se encuentra preocupada por la crisis social y ecológica que aquejan al mundo, y donde el Perú no es la excepción.

El sacerdote Emilio Martínez sostuvo que el gran desafío de la Iglesia por definición siempre será misionera; es decir, tienen que conocer profundamente el mundo en el que vivimos, dialogar con él y tratar de impulsar y promover su propuesta evangelizadora.

Refirió que el Papa Francisco desde que comenzó su periodo hizo un énfasis muy fuerte en que la iglesia fuera abierta, misionera y muy preocupada con los problemas que nos aquejan, con la crisis social, la crisis ecológica, y como iglesia tienen que dar algún tipo de respuesta a esta situación.

En estos tiempos del avance de la tecnología, de una marcada pobreza, del crecimiento de la riqueza para ciertos sectores, del racismo, hacen que la sociedad busque ese refugio de esperanza en la Iglesia.

Tenemos que dar un mensaje de esperanza ante el desánimo y la desesperanza, Cristo está presente en este mundo y tenemos que buscar todas aquellas formas en las que Él está presente para fomentarlas, para que haya más justicia y paz, y un crecimiento en la fe, hay que buscar puntos de encuentro. En el Perú estamos muy polarizados y allí es difícil el diálogo; pero la iglesia puede apoyar para encontrar esos puntos de encuentro.

Que es volver a lo que se trazó desde el Concilio Vaticano II…

El Concilio Vaticano II en los años sesenta marca una inflexión en la iglesia, ya que hasta entonces estaba sumamente cerrada y crítica a cualquier situación contemporánea, ello abrió una puerta muy fuerte que lo estamos continuando. Lo que ha hecho el Papa Francisco es retomar con fuerza las inspiraciones del Vaticano II, una iglesia abierta al mundo y con todos los temas que han ido surgiendo (el tema de la ecología se ha vuelta central) nos hemos hechos cada vez más conscientes de la necesidad de cuidar nuestra casa común.

Construcción común del bien

El Papa dijo algo muy importante que la iglesia no es para los que están cerca, sino para los que están más lejos de él, ¿cómo está cumpliendo la Compañía de Jesús esta labor?

Esa es la idea central o nuestra inspiración, no es tan fácil, requiere planificar, pensar, ser audaces, apertura y diálogo con muchas personas que no piensan como nosotros. Queremos que los grupos que lo conforman, además de la formación interna que lo tienen, puedan salir al exterior, allí siempre hay un esfuerzo por invitar a otros, tratar de salir de los círculos estrictamente eclesiales. Al final, en cualquier situación que nos encontremos en la vida necesitamos esa dimensión trascendente, esa referencia ética, la construcción común del bien, eso es parte integrante de nuestra vidas y la iglesia y la Compañía puede dar inspiración en ese sentido.

El componente educativo caracteriza a los Jesuitas, allí están los colegios Fe y Alegría, ustedes están cercanos a los cinturones de pobreza, ¿cómo están trabajando con los jóvenes en la zona norte?

En Piura tenemos el colegio San Ignacio de Loyola, que es privado, pero nuestro espíritu de educación es que sean hombres y mujeres para los demás, tratamos de formar a personas líderes que sirvan, y luego más directamente en los cinturones de pobreza están los colegios Fe y Alegría. Tenemos uno en Chiclayo, dos en Piura, dos en Paita, uno en Sullana y una Red Rural en la zona de Malingas. Fe y Alegría es un movimiento educativo popular que trata de llegar a los más necesitados, para dar educación de calidad, a los más pobres no hay que dar migajas, buscamos generar una educación de calidad y que ellos mismos se hagan responsables. De todos estos centros, me parece muy importante la Red Rural, porque el rostro de la pobreza es rural, sobre todo en el sur, donde hay comunidades de lengua materna no castellana.

Usted ha estado antes de llegar al norte en regiones como Cusco, Ayacucho, cuya zona rural es aún más marginada y desconectada del Estado, ¿cómo se vive el mensaje de la evangelización en esta parte del país?

Me voy a referir a Quispicanchis, Cusco, donde los jesuitas tenemos una parroquia, y la provincia de Cangallo en Ayacucho, en esa parroquia que comprendía el distrito de Chuschi empezó el terrorismo. Es una cultura totalmente diferente, con un idioma distinto (quechua). Cada parroquia tiene múltiples comunidades campesinas, nuestra estrategia siempre ha tenido que ver con el trabajo de catequistas rurales, que en cada zona representan a la iglesia, ellos organizan, convocan, a veces hacen paraliturgia. Entonces la estrategia ha sido fortalecer la red de catequistas y tratar de evangelizar, pero adaptados a la cultura de ellos.

Dimensión trascendente

¿Y esta estrategia qué ha permitido entender, que las poblaciones rurales andinas necesitan una mirada especial, un trato distinto, más cercano, más humano?

Ellos tienen una cosmovisión que les explica la vida y que les sirve para vivir en ese medio, nuestro diálogo de evangelización es en esa cosmovisión y los resultados han sido muy positivos, porque en la medida que se da presencia a esta red de catequistas las personas se enganchan, quieren participar. La cultura andina tiene una dimensión trascendente, muy fuerte, hay que hacerles partícipes, que la gente se compromete, que tienen un lugar donde pueden compartir y tener protagonismo y creo que eso funciona. Las parroquias (comunidades) tienen mucha pobreza y a veces mucha violencia, y eso a veces los convierte en frágiles.

¿Desde San Ignacio de Loyola hasta la actualidad, es este el tiempo más retador para la Compañía de Jesús?

Todas las épocas son desafiantes, si hubiera que hacer un ranking de situaciones desafiantes la más fuerte fue cuando se suprimió la compañía en el siglo XVII. En cada narración de los tiempos vas a encontrar esa misma expresión de épocas desafiantes, siempre hemos vivido situaciones complejas, y eso los seres humanos lo perciben como sumamente retadora. Quizá en este tiempo hay cosas que no hubo antes: la tecnología, la profunda crisis ecológica, el nuevo diseño de los Estados, la violencia en general, eso no ha estado tan presente; pero los tiempos siempre han sido retadores.

La pandemia fue un duro momento para la humanidad, ¿cómo lo vivieron ustedes?

La pandemia nos ha golpeado más fuerte de lo que pensamos, vivíamos con el riesgo de nuestra salud, de los familiares y gente querida que se nos iba, la pandemia desechó muchas relaciones sociales, y ahora que volvemos a convocar a los jóvenes encontramos a muchos menos, la consecuencia grave de la pandemia ha sido esta ruptura del tejido social. Sin embargo, hay que seguir apostando por los sueños, por construir un mundo mejor, y los jóvenes tienen que aprovechar sus facultades y capacidades que los adultos mayores los vamos perdiendo.

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