Cuando un niño viene al mundo, los padres tienen el deber de procurar por el bienestar del niño, velar por su alimentación, salud y educación.
En algunas familias, ambos padres cumplen todos estos deberes y está bien. Pero, ¿qué sucede con las demostraciones de afecto? En la mayoría de familias, el papá es al que le resulta más difícil poder expresar una palabra o un gesto tiernos. ¿Por qué?
Existe la errónea idea de que las madres deben ser amorosas con los hijos, mientras que los padres deben representar la autoridad y el respeto. Ellos son los que deben dar los castigos, mientras que ellas, demostrar toda su ternura.
Estos calificativos responden a estereotipos, ideas que la gente tiene en torno al rol de ser padre, según el género. Generalmente a los hombres les cuesta más demostrar su afecto, porque se piensa “que esas son cosas de mujeres”, sin darse cuenta de que el cariño es imprescindible para el desarrollo de un niño.
Antes se pensaba que el ser cariñoso era una característica propiamente femenina. La crianza influye mucho y puede que el papá no exprese sus sentimientos, sobre todo con el hijo, porque quizás así se comportó el suyo cuando era pequeño. Este pensamiento solo corresponde a una idea machista, ya que los hombres pueden expresar manifestaciones de ternura, sin que esto influya en su masculinidad.
Algunos padres no se muestran cariñosos, porque piensan que, de esta forma, sus hijos no tendrán un carácter débil y no serán manipulables; otros, que ya no los respetarán. Pero los progenitores deben entender de que ambas características no entran en conflicto: un padre puede ser cariñoso e influir respeto a la vez.
Sin embargo, poco a poco esta situación está cambiando, los papás están dejando atrás ideas y se muestran más atentos y afectuosos con sus hijos. La razón es que un niño debe de crecer en un ambiente saludable y lleno de amor. Un papá cariñoso refuerza la autoestima de su hijo y, además, tiene la oportunidad de ganarse su confianza.
Para una persona que no es capaz de ser cariñosa, puede costarle cambiar su actitud, pero todo depende de que cada uno pueda romper ese círculo. La historia no tiene por qué volver a repetirse, sobre todo cuando las demostraciones de afecto van a traer un gran beneficio para sus hijos.
Esas ideas deben de irse desvaneciendo para dar lugar a nuevos comportamientos, más amables y que puedan establecer una relación más cercana con sus pequeños.
Recuerde que la oportunidad solo la tendrá una vez en la vida. Así que no pierda el tiempo y pierda el miedo. Mire a su hijo, dígale cuánto lo quiere, abrácelo o acarícielo. Todavía está a tiempo.