Nuevamente los embates de la naturaleza nos ponen de rodillas, una lección aún no aprendida que año tras año afrontamos en el Perú, estos desastres naturales como lo son huaicos, lluvias e inundaciones, han hecho de cada verano una cruel agonía para todos los peruanos, tal y como una enfermedad sin cura.
Esta es una lección que para muchos es difícil de aprender, puesto que los golpes enseñan, pero en este caso siguen victimizando tanto a la población como al estado peruano dejando innumerables pérdidas humanas y económicas que trae consigo este fenómeno natural, con ello queda demostrada la marca de la indiferencia marcada y abismal, dejando en claro la falta de una cultura de prevención del desastre.
¿Es tan difícil realizar un trabajo de prevención de este tipo de desastres naturales? Es una pregunta que siempre se repite, pero necesita de un proceso de gestión de proyectos optima y acorde con las necesidades de las poblaciones más vulnerables, en definitiva, necesitamos que el dinero asignado a cada municipio o institución sea invertido en obras que ayuden a la prevención de desastres naturales.
La falta de espacios para el drenaje, la ubicación de construcciones cerca de los ríos y el mal manejo de vías de escape rápido en todo el país, son un problema cuando se intenta evitar que continúe aumentando el número de damnificados.
Pero, para poder sobrellevar esta etapa, también se necesita la presencia del poblador; la informalidad se ha institucionalizado en los hogares, los mismos que son orillados a vivir en zonas vulnerables a los desastres, debido a la falta de ubicación en lugares estratégicos por parte del estado. Si tendríamos que buscar a los responsables, debería ser un 60% para el estado y 40% para la población, porque principalmente el estado ha “fracasado” al no saber cómo integrar a estas personas en lugares seguros, empujándolos a buscar diversas maneras de cómo vivir y sobrevivir con menor inversión, volviendo incrédula y, de cierta manera, no midiendo los peligros y las consecuencias latentes que estos desencadenarían.
Los últimos sucesos desarrollados en Moquegua, Tacna y Arequipa, han originado el deslizamiento de rocas y lodo, dejando más de 4 mil damnificados.
Bien dicen que el pueblo que olvida su historia está condenado a repetirla y esto viene sucediendo una y otra vez en diversas regiones del Perú. Si de historia se trata, podemos traer a la memoria el huaico que arrasó a uno de los distritos más jóvenes de Lima Este, Chosica, que en el año 1987 recibió todo el embate de la naturaleza, o como olvidar lo sucedido en 1998 en Piura, horas de horas de intensa lluvia acompañada de relámpagos convirtiendo las calles en quebradas, o como lo sucedido en Lambayeque, Ancash e Ica, regiones que sufrieron los estragos de la madre naturaleza. Una enseñanza aún no aprendida. ¡Prevenir es tarea de todos!