Malena despierta, saluda a la cámara y sube una historia, tiene muchos seguidores, entre ellos yo. La sigo en Instagram desde el año pasado porque promocionaba los dulces que una amiga con la que salía vendía. Para mi último cumpleaños me envió un mensaje privado saludándome, me sorprendí porque nunca habíamos hablado, ni nos conocíamos en persona. Le agradecí y empezamos a platicar. Me dijo que debíamos hacer una historia juntos, que la gente también me seguía, respondí que en Instagram no tengo seguidores y que jamás he hecho una historia con otra persona, ella mencionó que había leído todas mis historias publicadas, que era una fan y que quería conocerme.
Durante los próximos días hablamos por Whatsapp, hacíamos videollamada antes de que suba sus historias para que le dé mi opinión. Yo si quería salir con ella, pero una de mis condiciones era que no suba ninguna foto conmigo a sus redes, que por primera vez en su vida de “influencer” salga de casa o pase una tarde sin dejar evidencias, ella decía que yo era alguien conocido y que ambos podíamos inventarnos una relación ficticia para tener más seguidores. Debo admitir que me parecía interesante su locura por ser popular y la propuesta para intentar algo así, le dije que lo pensaría y no mentí, lo pensé varios días hasta que le respondí que sí, que me animaba a hacer lo que me pedía, que podíamos ser una relación de mentira, pero con una condición: la misma, que primero tengamos una cita real, sin cámaras ni redes sociales.
Antes de navidad, Malena y yo quedamos en ir por unos jugos a un local en Santa Victoria. Era la primera vez que la vería personalmente. Salió hermosa: con un vestido corto y floreado, su cabello largo, ondeado y esos ojos color caramelo que tanto me gustaban ver por Instagram. Subió a mi carro, se quitó la mascarilla y me dio un beso en los labios, desde este momento iniciamos la relación, sentenció. Yo estaba decidido a casarme esa misma noche con ella.
Mi condición había sido que no nos tomemos fotos con nuestros teléfonos para subirlas a las redes, su condición fue escoger el lugar, día y hora. Llegamos un sábado a las ocho de la noche, ella tenía reservada una mesa con nuestros nombres para nosotros en el balcón del lugar, todo estaba lleno, los meseros muy atentos, ella sonreía y caminaba como si estuviese en un set de televisión, para ser sincero me sentía algo incómodo, abrumado. Una chica de 16 años se acercó y le pidió una foto. No suelo ir a lugares muy concurridos y menos a esa hora. Se acercó un joven a la mesa, le pidió una foto y al verme preguntó: ¿tú no eres el que escribe en FB su pensar? emocionado le dije que sí, a lo que respondió: tu ironía a veces es estúpida, y se marchó.
Después de dos milkshakes y 25 fotos (las conté y de las cuales 4 fueron para mí) salimos del restaurante y en la puerta la administradora nos pide por favor tomarnos una foto del recuerdo para subirla a su página. Le dije que no y al mismo tiempo ella respondió que sí, la señorita nos quedó mirando esperando que nos pusiéramos de acuerdo, al no decir nada dijo: no se preocupen entendemos su privacidad. Malena respondió: no, nosotros encantados y me hizo posar detrás de un marco con el nombre del local. La fui a dejar hasta su casa, nos besamos otra vez y le dije: hemos terminado, esta relación no funciona. Llegué a mi casa y envié un inbox al restaurante pidiendo que por favor no suban la foto, que yo era casado y esa señorita era solo una amiga, y si la foto era publicada iba a traer serios problemas a mi matrimonio. Entendieron, pidieron disculpas y nunca subieron la foto.