Uno de los ejes de la tragedia peruana sobre nuestra incapacidad para tolerar la discrepancia, reconocer el derecho del adversario, en fin, aceptarnos todos no solo como habitantes sino como ciudadanos de una ciudad que tienen iguales derechos, es la falta de entendimiento, de coincidencias, de diálogo, es decir, la falta de consenso. Pareciera que necesitamos que algo peor de lo que vivimos suceda para sentarnos a dialogar y profundizar en el análisis de la desgracia que atraviesa nuestra ciudad, nuestro País.
Hoy mismo podríamos prolongar la historia negra que vive Chiclayo, en cuanto a Gobernabilidad, si no adoptamos mecanismos que nos lleven a lograr formas de convivencia en donde tengamos más integración, más solidaridad y luchemos por el bienestar de los demás como lo hacen las sociedades más civilizadas. Una forma para ello, es el consenso que surge a través del diálogo.
El consenso es una especie de acuerdo, de consentimiento o también de coincidencia. Claro que uno de los caminos para el consenso es el diálogo. ¿Qué es el dialogo? Un simple intercambio de expresiones usuales para hacerlas coincidir. También podríamos señalar que el diálogo es el debate de persona a persona para aclarar sus respectivos puntos de vista y, establecer equivalencias y vías comunes de acción. En la actualidad hay más conversaciones coloquios y tertulias que diálogos, los cuales no conducen a consecuencias realistas y provechosas para la comunidad.
Volviendo al asunto que nos ocupa el consenso; para que se dé, los dialogantes deben coincidir en su manera de sentir y apreciar ciertos fenómenos, cediendo cada cual una parte de la propia para concordar con lo ajeno. El consenso no implica coincidencia total, sino desacuerdo inicial en que se llega a extremos para lograr una solución o resultado tolerable para todos. Los conceptos de disconformidad, los de aproximación y tolerancia son parte del consenso y cada interviniente cede una parte de la suya a cambio de que los otros cedan parte de lo de ellos.
Se ha mencionado que en política es muy difícil lograr el consenso. Sin embargo, podríamos acudir a la historia y señalar como ejemplo de consenso, el Frente Democrático de 1,945, en que se juntó a los extremos de la política peruana: El APRA y el Partido de Benavides, a los que se agregaron los comunistas y nuevos grupos demócratas como el grupo en el que estaba Fernando Belaunde y Enrique Dammert. Como se ve el consenso puede unir a antagonistas, cuando el propósito es superior. Papel importante jugó en este diálogo, Ramiro Prialé, aquel de: “Conversar no es pactar”. Para él no representaba ningún esfuerzo tender la mano a un enemigo ni unir las manos adversarias. Era lo natural. “Perdono porque comprendo”, solía decir. Eran armas para lograr resultados. Y es que odiar es una manera de no entender; amar es comprender. Ramiro Prialé fue un ser comprensivo como que era maestro. Era un hombre de espíritu superior.
Si queremos transparencia, orden, seguridad, cooperación y mejores condiciones de vida en Chiclayo, abramos un diálogo y pongamos en marcha un consenso (tolerancia), en busca de la verdad y la prosperidad de nuestra ciudad. “Gestos y actitudes hacen la historia de los pueblos y de sus hombres”. Nuestra ciudad, necesita de estos gestos y actitudes. Hombres y mujeres de Chiclayo, políticos o no, debemos de hacer un esfuerzo por superar nuestras diferencias y llegar a coincidencias. La diferencia entre el hombre común y el político consiste en gran parte; en que el primero siempre es sujeto de sorpresas; y, el segundo no lo es, casi nunca. Qué bueno sería que estas premisas siembren la esperanza en nuestros políticos locales, para llegar a un consenso. Todos merecemos un Chiclayo mejor.